Teresa Ribera no cambia de opinión y sólo tiene ojos para placas solares y molinillos en su transición energética. Contra viento y marea, insiste en cerrar las nucleares españolas (de forma progresiva entre 2027 y 2035) y ahora usa como argumento el ataque ruso a la central ucraniana de Zaporiyia.

La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico persiste en el error de no dar ni la más mínima oportunidad a la nuclear, aunque genera energía baja en carbono (casi no emite CO2) y barata, de forma estable, ofreciendo seguridad de suministro y sin verse afectada por factores geopolíticos. Ha hecho caso omiso a la petición de la Sociedad Nuclear Española (SNE) no sólo de no cerrarlas sino de alargar su vida útil de 40 a 60 años. Todo ello, a pesar de la evolución que está teniendo el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), pues el crecimiento de las renovables que recogía no se está cumpliendo.

Musk (Tesla) se ha ofrecido a “aquellos que (erróneamente) piensan que esto es un riesgo de radiación”, a que elijan la peor ubicación y él viajará allí a comer alimentos cultivados localmente, algo que ya hizo en Japón poco después del accidente que tuvo lugar en la central de Fukushima en 2011

Ahora Ribera está sacando tajada del ataque ruso a la central ucraniana de Zaporiyia, la mayor del país y que genera el 25% de su electricidad, a pesar de que fue en un edificio de formación y no ha habido ninguna emisión radioactiva. Con este movimiento, Rusia buscaba no sólo atemorizar al mundo sino sobre todo hacerse con el control de dicha central y tener el dominio sobre una parte importante del suministro eléctrico de Ucrania. Desde el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA, también AIEA si se habla de Agencia en lugar de Organismo), su director general, Rafael Mariano Grossi, ha destacado que el personal de la central seguía operando pero ahora bajo las órdenes del comandante de las fuerzas rusas que tomaron el control. 

Ribera podría fijarse de Elon Musk, CEO de Tesla, que ya hasta defiende la energía nuclear y considera que Europa debería reiniciar las centrales nucleares inactivas y aumentar la producción de energía de las existentes. Es más, se ha ofrecido a “aquellos que (erróneamente) piensan que esto es un riesgo de radiación”, a que elijan la peor ubicación y él viajará allí a comer alimentos cultivados localmente, algo que ya hizo en Japón poco después del accidente que tuvo lugar en la central de Fukushima en 2011.

Mientras, Moncloa manipula con los elogios de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a las renovables, en su visita del pasado sábado, destancado que nuestro país está “a la cabeza del conocimiento y el uso de las energías renovables”. Asimismo, refirió que “la UE debe deshacerse de la dependencia del gas y del petróleo ruso”, apostando por la eficiencia energética y una fuerte inversión en renovables. De hecho, ha referido que “España es un auténtico líder con una gran capacidad energética y una impresionante pericia en el campo de las renovables. España puede y jugará un importante papel para la energía en Europa”.

Esto último hay que matizarlo, porque los hechos invitan a pensar que seguiremos con el mismo papel que ahora. Recuerden que en gas natural nuestro país tiene una situación mejor que la de Europa al tener diversos proveedores de gas (Argelia es el principal, seguido de EEUU, Nigeria y Rusia, entre otros) y de vías de llegada (cinco gasoductos, seis plantas regasificadoras en funcionamiento y tres almacenamientos), por lo que parece lógico que ayudara en el suministro al viejo continente... para que este dependiera menos de Rusia. Sin embargo, parece que Italia se nos ha adelantado, porque ya negocia con Argelia elevar el suministro de gas que manda a Europa a través del gasoducto TransMed, que une el mayor yacimiento de África (el campo ‘Hassi R’Mel’) a través de territorio tunecino y del mar Mediterráneo hasta la isla de Sicilia. La petrolera italiana Eni tiene un contrato de suministro de gas con la argelina Sonatrach de 12.000 millones de metros cúbicos, y además Italia importa otros más de 4.000 millones de metros cúbicos de gas argelino a través de las empresas Enal y Edison.