Después de dos años, parecía que la venta del negocio minorista del Citi en México estaba cerrada, pero no ha sido así. El último candidato, y el que parecía que finalmente se quedaría con el banco, Grupo México, del empresario Germán Larrea, se echó finalmente atrás a finales de mayo. Era el último cartucho después de las negativas de Banorte, Santander, Banco Azteca e Inbursa a pagar el precio exigido por el Citi y que, según las últimas informaciones, estaría en el entorno de los 8.000 millones de dólares.

El problema, sin embargo, no ha sido el precio. Ni siquiera el hecho de que el comprador tuviera que abordar un elevado ajuste de plantilla -Banamex cuenta con algo más de 31.000 empleados y unas 1.300 sucursales. No, el motivo por el que el Citi ha fracasado son los prejubilados del banco, unos 10.000, a los que el comprador debía seguir pagando la cuota correspondiente y eso es mucho dinero improductivo que nadie quería asumir, ni siquiera teniendo en cuenta la contrapartida de hacerse con la tercera entidad por activos del país, con casi 13 millones de clientes.

Prejubilaciones: demasiado dinero improductivo que nadie quería asumir, ni siquiera teniendo en cuenta la contrapartida de hacerse con la tercera entidad por activos del país, con casi 13 millones de clientes

Así las cosas, la situación de Banamex, de momento, se queda como estaba. “El camino óptimo para maximizar el valor de Banamex para nuesros accionistas y avanzar en nuestro objetivo de simplificar nuestra empresa es enfocarnos exclusivamente en una OPV del negocio”, afirmó la consejera delegada de Citigroup, Jane Fraser, en un comunicado. En definitiva, el Grupo seguirá operando como hasta ahora su negocio minorista en México con la vista puesta en 2025, cuando espera sacarlo a bolsa.

Claro que la última palabra la tiene Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que no ha descartado la posibilidad de que sea el Estado quien compre finalmente el banco. A fin de cuentas, si hay alguien capaz de asumir el pago de las prejubilaciones es el Estado, ya que, si no le salen las cuentas, sólo tiene que subir los impuestos o coger el dinero de otra partida presupuestaria.

Y todo esto surge tras la decisión de Citigroup de convertirse en banco de inversión en todo el mundo y vender su negocio minorista. Una pena, porque es la banca doméstica, no la de inversión, la que presta un servicio a la sociedad.