La empresa de la familia Grifols ha remitido este lunes un comunicado a la CNMV con el objetivo de tranquilizar a los inversores, tras el batacazo del viernes. Ese día, la cotización se desplomó casi un 8% después de que las agencias Moody’s y Fitch confirmaran la calificación crediticia de la multinacional en B1 y BB respectivamente. En otras palabas, consideran que la inversión en Grifols es especulativa o, más coloquialmente, bono basura.

Sea como fuere, el comunicado no ha servido para recuperar el terreno perdido el viernes: a una hora del cierre, la cotización solo se revaloriza un 1,5%, hasta los 10,18 euros por título.

Dentro de las medidas anunciadas, la más importante es la reducción de deuda, que Grifols se compromete a llevar a cabo, pero sin concretar cómo. “El Consejo está evaluando varias alternativas estratégicas para lograr ese objetivo, mejorando al mismo tiempo el flujo de caja de la compañía”, asegura en el comunicado.

La deuda de la compañía catalana asciende hasta los 8.994 millones de euros y su apalancamiento es de nueve veces el ebitda, una ratio insostenible y que requiere de medidas urgentes, por ejemplo, de una ampliación de capital. Ahora bien, las ampliaciones de capital se suelen realizar para crecer, no para reducir deuda. En junio la compañía descartó esta opción, pero visto el comunicado de hoy…

Por cierto, se ha comprometido a publicar resultados trimestrales y no solo semestrales, como marca la ley. Será a partir de 2023. Una buena decisión aunque la haya tomado en un momento de extrema necesidad.