Primero fue Bard, que Google lanzó en febrero a la desesperada para contrarrestar como fuera el auge de ChatGPT, de OpenAI, empresa controlada, no conviene olvidarlo, por Microsoft, propietario del 49% del capital y ahora con varios asientos en el Consejo de Administración.

También conviene resaltar que el principal proveedor de Defensa de EEUU es Microsoft. Nada sucede por casualidad, tampoco el lío que se montó en OpenAI con la salida del CEO Sam Altman, su casi fichaje por Microsoft y su vuelta a OpenAI junto con un mayor control de Microsoft sobre OpenAI, en la que ya poseía el 49% pero sin presencia en el Consejo. Ahora tiene varios consejeros.

Google, mientras tanto, ha estado trabajando en su propia IA, pero sin éxito. Así, tras el batacazo de Bard -en una prueba en Twitter (ahora X), la herramienta afirmó que el telescopio Webb tomó la primera imagen de un exoplaneta, cosa que la NASA desmintió poco después- anunció a bombo y platillo el lanzamiento de Gemini, que vendió como la IA más potente del mundo, superior, incluso, a ChatGPT.

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Según Google, Gemini podía leer imágenes, la tarea más complicada para una IA, y así lo quiso demostrar en su presentación. Pero era mentira y poco después se demostró que el vídeo promocional había sido editado, según la pubicación especializada Arstechnica, de tal manera que quedó al descubierto que no sólo no podía hacer lo prometido, sino que estaba todavía muy por detrás de su rival, ChatGPT. Cuando Google preparaba Bart, aseguró que uno de los retos era evitar generar respuestas falsas. Con Gemini se ha superado, ya que no es que las respuestas sean mentira, es que la propia presentación fue falsa.

Gemini es el segundo fracaso de Google en inteligencia artificial, un fiasco que, sin embargo, ha pasado prácticamente desapercibido. Claro que, como hemos publicado en numerosas ocasiones en Hispanidad, Google es actualmente uno de los mayores censores, sino el mayor, de internet y no le gusta que se conozcan sus fracasos.

Ahora bien, no se piensen que el fracaso de Google supone que la IA no esté ligada al Nuevo Orden Mundial (NOM), ni mucho menos. Y es que, por desgracia, Microsoft también es cien por cien NOM, al igual que su fundador, Bill Gates.