En Alphabet, matriz de Google, están nerviosos tras la aparición de Chat GPT y, más importante aún, la inversión de 10.000 millones de dólares de Microsoft en OpenAI, la empresa propietaria de esta herramienta de inteligencia artificial. A los chicos de Sundar Pichai les ha pillado con el pie cambiado y el CEO de la compañía se ha apresurado a asegurar que “en las próximas semanas” pondrán Bard a disposición del gran público.

Se trata de su herramienta de inteligencia artificial -aunque si es inteligencia no es artificial y si es artificial no es inteligencia- en la que, atención, llevan más de seis años trabajando, pero que curiosamente se dispone a ver la luz justo ahora, tras la inversión de Microsoft.

Más allá de cuándo se estrene Bard, uno de los retos de la IA, según Google, es evitar que la máquina, que coge los datos de internet, genere respuestas falsas y confunda a los usuarios. Pero tranquilos, porque Google, parásito, ladrón y censor, utilizará la IA para intensificar la censura que ejerce actualmente. En otras palabras, para perseguir a los que discrepen de la ideología de género, el cambio climático y demás postulados del Nuevo Orden Mundial (NOM). Por ejemplo, los católicos.

La carrera por implantar la IA en las búsquedas también ha llegado a China, donde el gigante Baidu ha anunciado este martes que en marzo integrará su propia herramienta en el buscador. Allí también se censura pero, al menos, no se finge lo contrario… como hace Google en Occidente.