En su recepción al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa no sólo negó que exista un “presunto derecho al aborto” y llamó a “erradicar la cultura del descarte”, también refirió la amenaza nuclear que hay en el mundo. Curiosamente, días después, se reunió con su compatriota, el argentino Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de Naciones Unidas, y hablaron sobre el potencial de la ciencia y la tecnología nucleares para afrontar el empeoramiento de la crisis climática mundial, según Zenit.

En la primera cita, Francisco recordó que este año se celebra el 70 aniversario de la encíclica Pacem in terris (Paz en la tierra) de san Juan XXII, y que “en los ojos del “Papa bueno” todavía estaba viva la amenaza de una guerra nuclear, provocada en octubre de 1962 por la así llamada crisis de los misiles de Cuba”. “Lamentablemente, la amenaza nuclear es evocada todavía hoy, arrojando al mundo en el miedo y la angustia”, subrayó el Papa, insistiendo en que “la posesión de armas atómicas es inmoral porque -como observaba Juan XXIII- «si bien parece difícilmente creíble que haya hombres con suficiente osadía para tomar sobre sí la responsabilidad de las muertes y de la asoladora destrucción que acarrearía una guerra, resulta innegable, en cambio, que un hecho cualquiera imprevisible puede de improviso e inesperadamente provocar el incendio bélico». Bajo la amenaza de las armas nucleares perdemos todos, ¡todos!”.

El Papa destacó que “hoy está en curso la tercera guerra mundial de un mundo globalizado, en el que los conflictos parecen afectar directamente sólo a algunas áreas del planeta, pero que implican sustancialmente a todos. El ejemplo más cercano y reciente es precisamente la guerra en Ucrania”

Al Santo Padre le preocupa “el estancamiento de las negociaciones acerca del reinicio del Acuerdo sobre el programa nuclear iraní”. Ante los embajadores, también destacó que “hoy está en curso la tercera guerra mundial de un mundo globalizado, en el que los conflictos parecen afectar directamente sólo a algunas áreas del planeta, pero que implican sustancialmente a todos. El ejemplo más cercano y reciente es precisamente la guerra en Ucrania”.

Unos días después se reunió con Grossi, a quien Francisco reafirmó su postura sobre la posesión de armas atómicas y los riesgos que plantean, pero no sólo eso. Ambos hablaron sobre el potencial de la ciencia y la tecnología nucleares para hacer frente al empeoramiento de la crisis climática mundial. Y es que en las últimas cinco décadas, la energía nuclear ha evitado la emisión de unas 70 gigatoneladas (Gt) de CO2, lo que equivale a las emisiones de todo el sector energético mundial entre 2015 y 2019. Algo que a la vicepresidenta ‘sandía’, Teresa Ribera, no le gusta, porque a pesar de que la nuclear no emite CO2, es barata (y aún lo sería más si bajarán sus impuestos), es estable, asegura el suministro, genera el 20% de la electricidad española y sus residuos ocupan un espacio pequeñísimo (los de un año ocupan unos 17 metros cúbicos), no está dispuesta a darle ninguna oportunidad más allá del calendario de cierre progresivo de nuestros siete reactores previsto para el periodo 2027-2035.

En una entrevista concedida a los medios de comunicación del Vaticano, Grossi subrayó la necesidad de encontrar soluciones multilaterales a las crisis internacionales y evitar la escalada nuclear. En particular, se detuvo en la delicada situación de la central nuclear de Zaporiyia y anunció que pronto visitará Ucrania, por quinta vez desde que comenzó el conflicto. De hecho, precisamente este lunes, a través de Twitter, el propio Grossi ha destacado que “está ampliando su presencia en Ucrania para ayudar a prevenir un accidente nuclear durante el conflicto en curso. Estoy orgulloso de liderar esta misión a Ucrania, donde nos estamos desplegando en todas las centrales nucleares del país para brindar asistencia en seguridad y protección nuclear”. 

Paralelamente, conviene recordar que hace casi un año, el director general del OIEA dejó al descubierto a Ribera, al afirmar que “en la UE hay un movimiento para descalificar la actividad nuclear, sin motivos científicos”. Además, hace poco más de dos años, subrayó que “en cualquier modelo de transición energética el aporte nuclear es indispensable”