Convendrán conmigo en que resulta un pelín sospechoso que la primera medida de José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España fuera revisar laLey de Autonomía que establece, entre otras cuestiones, que los mandatos son de seis años improrrogables.
Como ya es habitual, el argumento es nuestra equiparación con otros países europeos, como si lo que tenemos siempre fuera lo peor y lo de los demás, siempre lo mejor. ¿Y si los que tienen que cambiar son ellos y no nosotros?
“Parece razonable reflexionar sobre la conveniencia de introducir modificaciones en nuestra Ley de Autonomía, transcurridos estos 30 años”, afirmó Escrivá durante su toma de posesión, a finales de septiembre de 2023.
No hace falta ser adivino para saber que el dictamen final será favorable a extender el mandato, al menos hasta los ochos años o, por qué no, hasta los 12 si se prorroga el actual de seis. Todo es poco si lo que está en juego es la extensión del mandato de Escrivá, el más capacitado, según él, para impulsar la reforma de la institución.
Sea como fuere, es mejor extender los mandatos a ocho años que prorrogar el actual, aunque sólo fuera por dos años más. La razón es muy sencilla y no es otra que la de preservar la independencia del gobernador, es decir, evitar que tuviera la tentación de arrimarse al Gobierno de turno a medida que se acerca la fecha de renovación.
En cualquier caso, lo mejor, además de dejar las cosas como están -ya saben, si funciona no lo cambies- sería modificar la Ley, pero al final del mandato y renunciando expresamente a la prórroga o reelección, dejando su aplicación para el gobernador entrante.
Seguro que el ex ministro y expresidente de la AIReF Escrivá lo ha tenido en cuenta y así lo hará. En el fondo no quiere estar más de seis años al frente del Banco de España.