
Cada gobernador del Banco de España deja su impronta, tras seis años en el cargo, José Luis Escrivá, sin embargo, sólo ha tardado ocho meses en hacerlo, que es el tiempo transcurrido desde su nombramiento, a principios de septiembre, y la publicación, este martes, del Informe anual de la entidad.
Las frases destacadas del informe:
“La economía española mostró un notable dinamismo en 2024, registrando un crecimiento del PIB mayor que el del resto del área del euro y por encima de lo esperado a principios de año”.
“El empleo ha seguido avanzando a un ritmo robusto en 2024 y en los primeros meses de 2025, en un contexto en el que se redujeron de forma apreciable tanto la tasa de paro como la tasa de temporalidad”.
“En un contexto de fuerte dinamismo de los ingresos y los gastos públicos, tanto el déficit público como la ratio de deuda pública sobre PIB se redujeron en 2024”.
¿No es maravilloso? La realidad, sin embargo, no es tan halagüeña. El crecimiento de la economía se debe principalmente al aumento de la población inmigrante -somos más y producimos más- y al consumo privado y al gasto público, esto es, deuda pública que habrá que devolver, ya que con los impuestos -ya de por sí elevadísimos- no da para cubrir tanto gasto. La economía española crece, pero la economía de los españoles no.
El empleo crece porque aumenta la población, pero España sigue siendo el país con más paro de la UE, de la CE y de la OCDE, es decir, de todo Occidente. Y, por último, la deuda pública, que lejos de disminuir, aumenta sin parar y marca un nuevo récord cada mes: 1,67 billones de euros, en marzo. Casi nada.