José Bogas y Mario Ruiz-Tagle no se han mojado demasiado en el tema nuclear en el VIII Foro de Energía organizado por El Economista. Sin embargo, en medio de su ambigüedad para evitar algunos titulares, parece que ninguno de los dos ejecutivos ve tan claro el cierre, pues han señalado que habrá que irse “adaptando” y ver cómo se van desarrollando las alternativas que aspiran a cubrir el gap (brecha) que se produciría al no tener la nuclear.

Los consejeros delegados de Endesa e Iberdrola España han insistido en que las compañías propietarias (o sea, Endesa, Iberdrola, Naturgy y EDP) de los siete reactores nucleares españoles acordaron con el Gobierno un cierre ordenado de los mismos (entre 2027 y 2035, los cuatro primeros están incluidos en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima -PNIEC-, y ojo, porque para Almaraz el punto de no retorno sería 2024). Este cierre “debía ir acompañado de inversiones en tecnología de reemplazo”, ha destacado Ruiz-Tagle, recordando que la energía nuclear aportó el 20% de la electricidad en España en 2022 y lo hizo sólo con el 6% de la potencia instalada.

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Bogas ha afirmado que “las cosas no se escriben en piedra, hay que ir adaptando”, teniendo en cuenta que se debe balancear entre descarbonización, seguridad de suministro y competitividad, porque “no podemos pegarnos un tiro en el pie”. “En Endesa somos partidarios de reabrir todos los temas e ir adaptando sin perder de vista el objetivo de la descarbonización”, ha añadido.

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El CEO de Endesa considera que se debe ver cómo se desarrolla el almacenamiento y el hidrógeno verde, recalcando que este último a día de hoy aún no es rentable: “cuesta entre un 10% y un 40% más que el hidrógeno gris (el producido a partir de gas natural u otros hidrocarburos ligeros -como metano o gases licuados de petróleo mediante procesos de reformado-), y un 50% más que el gas”. Por su parte, Ruiz-Tagle ha señalado que el almacenamiento “es un tema clave ante el cierre nuclear”, por lo que considera que el hidrógeno y las baterías “son importantes para dar seguridad a la red”.

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Bogas ha insistido en que en la transición energética debe haber un “balance entre seguridad de suministro, competitividad, bienestar social con precios asequibles y ser amigable medioambientalmente”. Una herramienta de dicha transición es el PNIEC, que cree “ambicioso” y más porque en su revisión “la demanda aumenta poco y la generación mucho”, pero también ve necesario aumentar las interconexiones y le preocupan los vertidos de renovables. Asimismo, pone alguna pega a dicha revisión: “Hay que apostar más por la electrificación y por la integración”. Además, ha advertido del rechazo que ha empezado a surgir a la instalación de renovables en algunos territorios, el hecho de que los costes financieros son altos y los problemas que hay en la agilidad de permisos y conexiones.