Sucedió durante una reunión de directores de red con el presidente del banco y el CEO en España, Peio Belausteguigoitia. Habitualmente, esos encuentros se desarrollan de una manera casi protocolaria, sin ninguna crítica y, por supuesto, sin mención alguna al malestar de la plantilla por las presiones y las condiciones de trabajo, por miedo a represalias.

Sin embargo, durante una de esas reuniones, celebrada recientemente, uno de los presentes no se pudo contener y comenzó a contarle a Carlos Torres lo que realmente estaba sucediendo y las presiones a las que estaba sometida la plantilla. En un momento dado, Torres miró a Peio y le preguntó sobre lo que estaba oyendo, a lo que el CEO, con mucho aplomo, le respondió que eran cosas puntuales y que no debía tenerlas en cuenta.

Nuestro protagonista, sin embargo, insistió en sus quejas y fue entonces cuando el presidente, más serio, se dirigió al CEO en términos similares a estos: Peio, a ver si va a ser cierto lo que dicen los sindicatos.

En otras palabras, la cúpula del banco en general y el presidente en particular no sabe lo que sucede a pie de obra. Y este suceso ocurrido en el BBVA es perfectamente trasladable al resto del sector. Efectivamente, en la era de la digitalización, de los datos y la inteligencia artificial -si es artificial no puede ser inteligencia-, la plantilla que trabaja en la red ha pasado a ser la gran marginada de las entidades.

Otra pequeña anécdota de esto, también del BBVA: durante el Values Day (15 de septiembre), Torres visitó una oficina del banco vestido con la camiseta corporativa, pero comprobó, con sorpresa, que ningún empleado de la oficina la llevaba. ¿No tenéis camiseta?, les preguntó, a lo que le respondieron: nadie nos las ha traído. Desde las oficinas centrales nadie se molestó en proveer de material a los trabajadores de aquella sucursal, ni siquiera para cubrir el expediente ante la visita programada del presidente.