Andrea Enria, presidente del Consejo de Supervisión Bancaria Europea del Banco Central Europeo, culminará su mandato a finales de año
Los bancos europeos afrontan 2023 sumidos en un círculo vicioso tan complicado como de difícil solución y que afecta a algo tan relevante como es su propia fortaleza. Hablamos de la necesidad que tienen de aumentar su capital -sus recursos propios- para cumplir los requisitos marcados desde Fráncfort, en un contexto muy diferente al de hace tan sólo un par de años.
Lo cierto es que las entidades están acelerando las emisiones de Cocos y bonos convertibles para aumentar sus recursos propios, tras el cambio radical de política monetaria y, sobre todo, el cese de compras de deuda por parte del BCE. Los bancos están atrapados: por un lado, el mercado les exige más por sus bonos y, por otro, ven imposible ampliar capital -llevan años sin hacerlo-, tal y como les sugiere el BCE.
Todo esto se produce en la Eurozona, donde se sigue imponiendo el modelo de inspección normativa, es decir, objetiva, conforme a la ‘ley’. Y esto es así desde la creación del Euro, principalmente porque los nacionalismos siguen pesando demasiado en el BCE. Dicho de otra manera, cada gobierno protege a sus entidades, salvo alguna excepción como España con el Popular, y se requieren medidas objetivas exigibles a todos por igual.
La inspección normativa choca con la vieja escuela -inspección subjetiva- en la que la que el peso de la burocracia era mucho menor. La subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, es de la vieja escuela, algo que le aleja de la Presidencia del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), cargo al que aspira, según El Confidencial y que ha confirmado Hispanidad.
Efectivamente, Andrea Enria culminará su mandato al frente del MUS a finales de este año y deja tras de sí una Unión Bancaria inacabada. Basta con fijar la mirada en las entidades regionales alemanas o en el propio Deutsche Bank, o en el francés BNP, para constatar que los nacionalismos siguen pesando demasiado en Fráncfort.