El Ministerio de Transición Ecológica tiene un plan de derribo de todos los automóviles que no sean eléctricos, cuyo efecto más inmediato se ha sentido, sobre todo, en el consumidor, el protagonista de la incertidumbre, aunque el de verdad debería ser, para la titular ministerial, Teresa Ribera, el cambio climático a combatir. Hay 32 años por delante, en fin, para reemplazar a 33 millones de vehículos.

La encomienda la tiene, en cualquier caso, la polémica futura ley de cambio climático, cuyo objetivo es una transformación radical del sector energético, y cómo no, de la movilidad en las carreteras, pero con una declaración de guerra total a los vehículos que no sean eléctricos. La idea es muy clara: acabar con la venta de todos los coches de gasolina, diésel, híbridos y de gas natural en 2040, que diez años más tarde, en 2050, tampoco podrán circular.

En España se venden 1,4 millones de automóviles al año, pero sólo 5.000 son eléctricos

Ese es el desconcertante calendario que maneja la ministra, que apunta muy largo, cierto, que viene a ser lo mismo que decir que para entonces todos calvos. Ahora bien, una cosa es programar y otra, que sea posible, con los datos en la mano. La ministra Teresa Ribera aclara entre poco y menos. Siempre emplaza a una información “que llegará en semanas”, como en la última entrevista en RTVE, cargada de vaguedades, además de aportar, ¡oh cielos!, que si tuviera que comprar un coche ahora, “sería híbrido”, porque carece, como la mayoría, de punto de recarga.

El reto, en cualquier caso, es firme para que a partir de mediados de siglo, se supone, queden sustituidos los 33 millones de automóviles que circulan por las carreteras españolas. Todo ello, claro, si el parque no va a más, cosa poco probable, al tener en cuenta la senda creciente de los últimos años.

En España, a día de hoy, circulan más de 22 millones de turismos, pero esa cifra asciende a 33 millones si añadimos todo lo demás: vehículos comerciales, furgonetas, camiones, autobuses, etc. Sin mencionar el resto, desde motos a motosierras, que no tienen vela, parece, en este entierro.

Faltan infraestructuras y la industria no ha llegado al modelo rentable, asequible y barato

Supone, en fin, sustituir, si se empezara a hacer desde ahora, más de un millón de coches por año, mientras en España se venden ya 1,4 millones de automóviles (con cifras de 2017), pero, ojo, de ellos fueron eléctricos sólo 5.000. El resto, básicamente, fueron de gasolina (650.000), de diésel (580.000), híbridos (60.000) y de gas natural, licuado o GLP (unos 4.500) o comprimido o GNC (unos 1.500).

A todo ello hay que añadir otro problema: las electrolineras, con un número ridículo, de momento, pero de cuya instalación depende el resto. Lo cual no quita que el vehículo eléctrico sea como un teléfono móvil y se disparen las ventas. Endesa ha tomado la delantera para hacerse con más cuota de mercado, con el anuncio de 8.500 electrolineras en cinco años. Ahora bien, no es el único problema, al que se añaden más, como la velocidad de carga de esas instalaciones o el precio elevado de los vehículos actuales, que tiran para atrás a los consumidores.

Ahora, con la confusión creada, no sabe qué elegir -Ribera tiene claro que un híbrido-, también porque le irrita que tenga que tirar lo que compre, aunque sea dentro de unos años. Y se entera, en el mientras tanto, de cosas que le irritan más todavía, como el inconveniente de recarga rápida, cuyos puntos no llegan a 200 en España, pero si se abusa de ellos, la batería dura menos o se estropea. O la inexistencia de una red de puntos de recarga normales. Un galimatías, en fin.

El calendario de Ribera descoloca al consumidor, que distingue entre programar y que sea posible

Sea como fuere, con los cálculos de Teresa Ribera, los medios de transporte son los causantes de la producción del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero CO2, el mismo CO2 que aumentó un 45% en 2017 por las térmicas de carbón, obligadas a dar más de sí por el aumento de la demanda eléctrica en un año de sequía.

El brindis al sol de Teresa Ribera saca de quicio a Endesa, Iberdrola y Naturgy, pero sólo el sector del motor se ha atrevido a plantar al Gobierno por una ley que irrumpe de lleno en el proceso y programación de la fabricación de vehículos. Si no se hace con tino, encima, puede destruir miles de empleos en España, y millones en Europa.

La tecnología de las baterías es clave para limitar los dos inconvenientes: tiempo de recarga y autonomía

Fue muy explícito, en ese sentido, Javier García Sanz (en la imagen), figura destacada del sector, por sus cargos en Volkswagen (vicepresidente mundial de Compras hasta este año) o Seat (ya expresidente). Señaló hace unos meses en Madrid que el futuro del motor pasa, sí o sí, por el vehículo eléctrico, pero debe ser rentable. Es un ángulo que las autoridades europeas deberán tener en cuenta, para evitar, entre otras cosas, que China se apropie de un mercado por el que apuesta con los sueldos de miseria que paga.

Esa realidad, en el plano industrial, o los anhelos contra el cambio climático, en el medioambiental, choca con la realidad de un mercado que ahora supone sólo el 0,6% del total. Está condicionado, además, a la innovación y al desarrollo de las infraestructuras. La tecnología de las baterías es clave para limitar los dos grandes inconvenientes del vehículo eléctrico, como son el tiempo de recarga y la autonomía de recorrido. Todo ello, ahora, son inconvenientes que deberá salvar también la ley de cambio climático. ¿O no?