Vicent Lambert ha muerto este jueves porque llevaba nueve días sin poder comer ni beber. Los jueces, en contra de la opinión de sus padres, decidieron que lo mejor era desconectarle de las máquinas que le mantenían con vida, es decir, que le alimentaban. La muerte por falta de agua es una de las peores que se pueden experimentar, y esa es la que han elegido los jueces para Lambert. Hay que ser malvado.

Es que no siente, argumentan algunos. Pues no sentiría nada, pero Lambert movía los ojos, sonreía y lloraba. Los expertos decían que eran actos reflejos, nada más, algo que su madre desmentía rotundamente. Da lo mismo, Lambert no era más o menos digno de vivir porque sintiera algo o no. Nadie tiene más derecho a vivir que otro por el simple hecho de sentir más o menos. Y ser alguien dependiente no implica que quien te cuida te pueda matar cuando quiera, aunque sea tu esposa. Y mucho menos un juez.

Si para algo servirá la muerte de Lambert será para introducir la eutanasia en Francia. Actualmente es ilegal y solo se permite a los médicos sedar profundamente hasta que mueran, a los pacientes en estado terminal. A Lambert le quitaron, incluso, la sedación. Descanse en paz.