A las diez de la noche del miércoles 11 de diciembre, seguramente para honrar la festividad de la Madre Maravillas, ese perfecto ególatra, enloquecido por el poder, llamado Pedro Sánchez, citaba a los medios en Moncloa para comunicarnos la buena nueva de que Su Majestad el Rey le había encargado la formación de Gobierno.

Los católicos vamos a ser ninguneados y/o directamente atacados

Los servicios de censura de Presidencia del gobierno, que dirige Miguel Ángel Oliver Fernández, permitieron a los periodistas dos preguntas. Y aunque la inmensa mayoría de los medios son progres, el encargado de plasmar la primera de las cuestiones dejó claro que los periodistas allí presentes estaban en contra de esta reducción a mínimos, en una comparecencia crucial: dos preguntas. A Sánchez no le gusta enfrentarse a la prensa. Sólo habla ‘ex cathedra’. Hasta los periodistas pelotas le resultan molestos al líder.

Además, lo que estaba vendiendo Sánchez es muy sencillo, meridiano: nos está vendiendo que, con tal de ser presidente del gobierno, él está dispuesto a introducir en el Gobierno de España a comunistas y separatistas (estos, si no en el Gobierno sí en el imprescindible respaldo parlamentario) y que a unos y a otros les otorgará lo que sea con tal de mantener su apoyo. España rota y roja, todo a un tiempo, con tal de mantenerse en el sillón de Moncloa.

Iván Redondo, el mercenario, se coloca al frente de la manifestación que demonizaba hasta ayer

Sólo Largo Caballero, el Lenin español,  aceptó a los comunistas en el Gobierno de España… ¡ya iniciada la guerra fratricida, en septiembre de 1936! O como decía en tiempos más recientes, anteayer, Felipe González, “no tengáis nada con los leninistas 3.0”, es decir, con Podemos. Y es que González sabe que cuando socialistas y comunistas matrimonian, el cónyuge leninista acaba practicando violencia marital contra el socialista.

En España, el pasado miércoles 11 se pusieron en marcha dos motores tóxicos: un Rey cobarde, incapaz de poner en marcha la llamada Operación Borrell y un Sánchez enloquecido por el poder, que no soporta la mayor eficiencia económica del PP ni, mucho menos, los valores cristianos de Vox, contra los que no puede competir. Esos dos motores recrean la situación de 1935, ambiente miliciano y frentepopulista formado por socialistas, comunistas y separatistas.

Y todo ello en medio del fatalismo español que considera que nada ni nadie puede detener este Gobierno Frankenstein.

Y así, España se encamina hacia el enfrentamiento civil y el caos social, pero nadie rectifica. La sensación de impotencia cunde y nadie se atreve a gritar que el emperador va desnudo.

Casi 84 años después, los comunistas vuelven al gobierno de España

A cambio, los católicos vamos a ser ninguneados y/o directamente atacados. Porque insisto, lo único que une a fuerzas tan dispares como las tres que componen el frente popular (socialistas, comunistas y separatistas) es su cristofobia. Sánchez ha recreado el tiempo del terrorismo directo contra los católicos.

Nota al margen: obsérvense al cortesano mercenario -que no mercedario- Iván Redondo, jefe de Gabinete de Pedro Sánchez, quien durante un año ha intentado evitar el pacto con Podemos, ponerse ahora a la cabeza de la manifestación frentepopulista. Claro que “yo no soy socialista, soy sanchista”. Tampoco, Iván: tú lo que eres es un profesional. Es decir, de quién te paga. La pregunta es profesional de qué.

Casi 84 años después, los comunistas vuelven al gobierno de España.

Los católicos vamos a ser atacados y/o ninguneados. Y, como colofón, la cobardía de Felipe VI, que no se ha atrevido a enfrentarse al ególatra, que no se ha atrevido a ejecutar la Operación Borrell puede costarle el trono. ¿O es que se ha creído que la operación referendos por la república, que ha puesto en marcha Podemos, se va a quedar en nota a pie de página cuando el señor Pablo Iglesias sea vicepresidente?