El jueves se vivió otra polémica absurda en el seno de la Casa Real y, por ende, en las redes sociales. Ya se sabe que cuando el diablo no tiene nada que hacer -o no quiere hacer nada- con el rabo mata moscas: que si la Reina Letizia (sigue sin enterarse de que sólo es reina consorte) introdujo una morcilla de cosecha propia en el discurso de acción de gracias de un galardón feminista que le concedieron, morcilla que implicaba situarse contra Vox y a favor del feminismo subvencionado (esto quizás sea una reiteración).

Pablo Casado también calla, cuando debería lanzar el órdago: un acuerdo de legislatura, incluso gobierno de coalición, con el PSOE

Pues ya sabemos que nuestra reina consorte es progresista, feminista y amante del proscenio, no soporta dejar de ser el centro de atención. Pero eso no debería ser noticia. Mucho más grave resulta que el Rey de España, no consorte, sino el único Jefe del Estado, no reaccione ante la chifladura de Pedro Sánchez de pactar un gobierno con los comunistas bolivarianos de Podemos y apoyado por los nacionalistas vascos y catalanes. Es decir que no reaccione contra lo que atenta, no ya contra su propio trono (los podemitas, antes de llegar al Gobierno ya coquetean con un referéndum monarquía-república) sino contra la unidad nacional y la libertad de los españoles.

La Operación Borrell consistía en evitar el Frente Popular, que en 1936 nos llevó a la Guerra civil, con el nombramiento –o amenaza de nombramiento, si ello bastaba- de José Borrell para formar una gobierno de coalición, o acuerdo de investidura pleno, con el PP… y en media legislatura reformar la Constitución para recentralizar España y pararle los pies a los independentistas vascos y catalanes. Y ojo, Borrell no haría ninguna falta si Sánchez aceptara el cambio ‘motu proprio’.

Mientras, el PSOE más veterano -Page, González, Guerra, Ibarra- trata de evitar que Sánchez se eche en manos de comunistas y separatistas

Felipe González y José María Aznar, mentores de la operación, y ahora Alfonso Guerra, que junto a Rodríguez Ibarra (por cierto, falta Javier Solana) y José María García Margallo han firmado un manifiesto en la misma línea, y todos ellos apoyados por el único barón socialista que ha hablado claro, el manchego García Page, también esperan una reacción regia. Sí, los republicanos del PSOE esperan que Felipe VI ejerza como jefe de Estado, que puede encargar a quien le pete la formación de Gobierno, de un paso al frente. Pero Felipe VI no se atreve a dar el paso.   

Y Pablo Casado también calla, cuando debería lanzar el órdago: un acuerdo de legislatura, incluso gobierno de coalición, con el PSOE. Un gobierno antinacionalista.

Y todas estas cobardías, unidas al nacionalismo montaraz de catalanes y del PNV vasco, no sólo están poniendo en peligro la famosa estabilidad política, no sólo están poniendo en solfa al propio Trono, sino algo más: están conduciendo a los españoles al enfrentamiento civil más duro desde la guerra de 1936-1939. No en vano Sánchez quiere devolver al Gobierno a los comunistas, algo a lo que sólo se atrevió el peligroso y radical socialista Largo Caballero en septiembre de 1936, ya iniciada la guerra.

¡Hable Majestad! ¡Fuerce que el enloquecido Sánchez rompa con Podemos y con los separatistas! Si no lo hace por España, hágalo por usted.