Como el pasado mes de octubre, otra vez en día 28, Bankia comparece ante el regulador para dar cuenta de su desempeño durante el ejercicio 2019, y lo hace dentro de un año crucial para el cumplimiento de su ambicioso plan estratégico que se inició en 2018 y acaba en este ejercicio recién iniciado.

Como hemos venido constatando en anteriores artículos, el cumplimiento del plan está quedando lejos de las expectativas iniciales por diversos motivos de la coyuntura económica mundial, que probablemente no fueron contemplados en su formulación, o por un exceso de optimismo de sus administradores para animar a los inversores y poder llegar al que parece último objetivo de su mandato: alcanzar una cotización óptima de su valor para plantear una venta de la participación pública en Bankia con las menores pérdidas posibles y poder tapar parte de las vergüenzas de su reciente historia.

Para empezar a desgranar los resultados del cierre de 2019 que se acaban de publicar, comenzaremos por una de las premisas con las que trabajaba la entidad a la hora de formular sus previsiones y que no se está cumpliendo: los tipos de interés del mercado. Bankia contaba con un 0,29% para el ejercicio 2019 y en la zona Euro hemos continuado con tipos al 0%. Así, el margen de intereses de 2.023 millones de euros (M€) ha resultado ser un 1,3% inferior al registrado en 2018 como consecuencia de los movimientos en las carteras de renta fija, lo que ha sido parcialmente compensado, a su vez, por un crecimiento del 0,7% del margen de clientela gracias a los tipos de interés negativos.

Dentro del margen bruto de 3.245M€ (-3,6% respecto a 2018) registra crecimientos poco significativos en las comisiones recibidas (+1,5%), 7M€ que, con probabilidad, en el ejercicio 2020 se verán incrementadas, pues Bankia acabará entrando en la línea del cobro de servicios si quiere ser competitiva, 7M€ más en dividendos cobrados y -113M€ en resultado de operaciones financieras por las renovaciones de diferentes carteras.

La política de reestructuración de plantillas ha dado resultados y los gastos de administración se han reducido un 4,8%, pero crecen las amortizaciones en 27M€, por lo que el margen neto antes de provisiones se queda en 1.428M€ un 4,6% menos del de 2018.

Las provisiones llegan a los 673M€ en el ejercicio, lo que significan 95M€ más que en el pasado ejercicio, de los que 66M€ lo han sido por deterioro de créditos, lo que significa un coste del riesgo del 0,26% más que el 2018. Además, se han registrado 97M€ más por deterioro de activos inmobiliarios y 67M€ menos en las partidas de resto de provisiones y otros resultados, de los que 25M€ corresponden a ventas de activos inmobiliarios singulares y desinversiones en capital de algunas sociedades. Los incrementos en las provisiones se deben principalmente al proceso de reducción de activos no productivos (NPAs). La tasa de morosidad se sitúa en un 5% mientras que en 2018 era del 6,5% y una bajada del 23,2% en saldos dudosos. Esperemos que las expectativas de desaceleración económica no aumenten las buenas cifras de morosidad que se van alcanzando. Además, la receta para las autoridades para reducir este posible aumento de la morosidad (más bajadas de tipos) reducirían el margen de intereses, que ya se ve muy escaso.

Lo más positivo: Bankia cumplirá con creces la previsión del ratio de solvencia CET1 Fully Loaded que ha alcanzado el 13,02%, cuando el pasado ejercicio cerró en un 12,39%.

El resultado neto es de 541M€ frente a los 703M€ obtenidos en 2018 lo que significa una caída del 23%.

Las cifras que hemos visto no son lo alentadoras que podría desear Bankia para llegar a cumplir la mayor parte de sus objetivos en 2020. Mucho tendrían que cambiar en positivo la mayor parte de sus ratios, pero además parece que el próximo ejercicio no va a ser el mejor para nuestro sistema financiero. Las entidades ya están cobrando comisiones que hace unos años se condonaban en función de contraprestaciones, pero ya se está empezando a cobrar por saldos en cuentas a la vista y la competencia promete ser terrible.

Bankia tiene, por otra parte, el sobreañadido de la presión de su participación pública que el actual gobierno socio-comunista-independentista no va a dejar de su mano: pronostico que va a querer preservar la participación, aún en una hipotética fusión de la que se habla hace mucho pero que cada vez se ve más lejos por su baja cotización en el mercado. Baja cotización que haría aflorar grandes pérdidas, por lo que vemos que, en cualquier caso, socializaremos pérdidas como en otras ocasiones, dado lo aficionados que somos al capitalismo asimétrico.

Lo positivo: la entidad cumplirá con creces la previsión del ratio de solvencia CET1 Fully Loaded que ha alcanzado el 13,02%, cuando el pasado ejercicio cerró en un 12,39%. Pero tanta solvencia no da dividendos y los 11,576 céntimos por acción cobrados no resultan demasiado atractivos para una entidad de ámbito nacional. A medio plazo nadie va a querer ser banquero. La bolsa parece ignorar este valor al cierre del artículo cotizando casi al mismo precio de apertura (1,67 euros por acción) después de un ligero hundimiento inicial.