La unión bancaria europea es lenta, como reconoce el propio Draghi, que insiste en sus recetas conocidas para integrar el sector bancario, pero las diferencias no parten solo de arriba (los gobiernos o el BCE), sino también de abajo, de los bancos, sobre todo españoles e italianos, que se rebelan contra el trato de favor que recibe la banca alemana, tanto del Gobierno de Merkel como del BCE a la hora de medir a todos con los mismos criterios

La mayor parte del sistema bancario germano, dicho de otro modo, está fuera de la reglas del supervisor único. No hay como echar un vistazo a la composición por cuota de mercado de los bancos privados, que solo representan al 20%, frente al resto, fuera de esa onda, en el que se encuentran bancos cooperativos, las cajas de ahorros y los bancos regionales, públicos (landersbank).

La banca alemana supervisada por el BCE representa solo el 20% del sistema bancario germano

De esa realidad se quejan españoles e italianos, que ha sufrido en su piel los efectos de la última crisis financiera y las exigencias del BCE para la concentración bancaria, mientras otros países, como Alemania, se han movido con otras pautas para mantener sus sistemas bancarios. En España, por ejemplo, el precio pagado por el rescate fue la desaparición de las cajas de ahorro.

A esa realidad se une otra, de la que también se quejan cuando se trata de unificar reglas como las exigencias de recursos propios, que conduce a bancos más grandes pero no por ello más rentables.

Los bancos alemanes, argumentan, son la excepción por las reticencias del Gobierno Merkel a entrar en el juego de Draghi, al tiempo que el presidente del BCE ha cedido con ellos como no ha hecho con los otros, especialmente en el sur.

Son modelos bancarios distintos, para más inri, porque a diferencia de los bancos españoles, están muy alejados de la banca minorista, la que presta servicios, y centrados en el otro extremo: la banca de inversión. Esos bancos pueden tener mucha liquidez pero son poco solventes. La prueba está en los dos grandes bancos germanos, Deutsche Bank y Commerzbank, en crisis permanente.

El problema llega cuando se exige lo mismo a todos los bancos para la unión bancaria, tanto en el sistema de liquidación como en las aportaciones del futuro Fondo de Garantía de Depósitos, para ser bancos europeos y dejar de ser bancos españoles, alemanes, italianos, franceses o griegos, pero no todos en están en las mismas condiciones.

Españoles e italianos han sufrido en su piel el proceso de concentración exigido por Mario Draghi, que no ha resuelto la pifia germana

Los tres pilares de la unión bancaria son esos: supervisión única (BCE), intervención y resolución (JUR), herida tras el caso del Banco Popular, y el fondo de garantía de depósitos (FGD) europeo, en proceso de negociación. O sea, sin un céntimo.

La intervención del Popular, que quedó por un euro en manos del Santander, evitó el desembolso de dinero público para evitar la quiebra, cierto, pero con la misma regla de tres funciona un 60% del sistema bancario germano (los bancos regionales o landersbank), pero tiene la garantía del Estado en caso de quiebra.

Por ese motivo, los bancos alemanes disfrutan de un rating legal de máxima puntuación, el que no tienen en cuenta las agencias de calificación para medir los riesgos de Santander, BBVA o Unicredit. El agravio comparativo es claro.

Sorprendentemente, Draghi insiste en sus recetas para evitar nuevas crisis como la última, que dejó al descubierto deficiencias en regulación y supervisión, agravadas en el caso de Europa, por la fragmentación. Destaca por esa razón la importancia de la supervisión europea frente a las supervisiones nacionales para medir a todos con los mismos criterios. Pero se olvida de la excepción alemana, que todavía no está arreglada. Y eso, naturalmente, incendia a los bancos españoles e italianos.