Un informe de Dealogic nos dice que, de las 200 salidas a cotización en Wall Street, durante el presente año, y que han captado 55.000 millones de dólares, casi la tercera parte son empresas tecnológicas.

Ahora bien, ¿qué es una tecnológica? Olvídense de la empresa más valiosa del mundo, Apple, convertida ya en una excepción a la regla. Apple fabrica cosas, podría ser útil a la sociedad. Ahora, las tecnológicas son plataformas de datos. Sólo venden información y viven de la creatividad ajena. Piensen en Uber, en Airbnb, en Google o en Amazon.

¿Y qué es una plataforma? Una plataforma es un monopolio de datos que vende esos datos, con tendencia al monopolio u oligopolio. De innovación, más bien poco. Y, atención, para llegar a monopolio tiene que ser muy grande, inmensamente grande.

Son plataformas que poseen datos y que venden esos datos

Google es un monopolio de buscadores que vende publicidad. Es decir, vende la información que hacen otros. No crea, copia; pero los creadores están en sus manos.

Uber es un monopolio de pedidos de transporte que vende… nuevos taxis. Y una vez logre situarse, una vez logre arrinconar a los taxistas, sube los precios aprovechando su posición de dominio. Y, además, cambia propietarios por proletarios.

Amazon es un monopolio de petición de artículos que, eso sí, necesita de logística para repartir sus productos. Y no sólo vende los datos, sino que expulsa a algunos de sus vendedores reales cuando se ha convertido en su principal vehículo de venta. Los fabricantes venden a través de Amazon hasta que dependen de Amazon. A partir de ahí, la marca de Jeff Bezos puede hasta ‘robarles’ el producto y hacerles la competencia.

Y, naturalmente, una vez que Amazon adquiere una posición de primacía en el comercio electrónico en una determinada zona… acaba con el gancho de los precios y los eleva. Es lo que siempre hacen los monopolios y, en general, lo grande para extorsionar a lo pequeño. En este caso, al pequeño comercio.

Airbnb es una plataforma de datos que pone en contacto a arrendadores y arrendatarios, además de haberse convertido en el primer hotel del mundo. Como Google o Amazon, vende comodidad. Y una vez que se haya hecho con la posición de dominio, elevará sus comisiones. Resumiendo, Airbnb no es la principal inmobiliaria del mundo, pero es el principal hotel del mundo. No construye inmuebles, no gestiona hoteles, ni venta, ni alquileres: sólo vende datos de las operaciones con el riesgo que corren vendedor y comprador. Por de pronto se ha convertido, no en la mayor inmobiliaria del mundo, pero sí en el mayor hotel del mundo.

Y son gigantes tan poderosos como frágiles

Y, encima, todas estas tecnológicas se convierten en una plataforma monopolística de datos sin apenas riesgo propio. Por ejemplo, en Amazon, el riesgo lo asume el vendedor; si vende mucho, Amazon le arrebata el producto. Y si todo esto es así, ¿por qué se está previendo la caída y derrumbe de las tecnológicas, hoy todopoderosas?

Primero, porque no conozco ningún monopolio duradero. Hablamos de monstruos enormes y poderosos pero muy frágiles. En primer lugar, porque sólo venden información. Conozco pocas ‘eternidades’ en el mundo de la información que, por su propia naturaleza, exijan contraste.

Además, las plataformas son redes y nada existe más frágil que una red. Las redes dependen de otro sector mucho más tradicional -y no me refiero las telecos-: la energía.

Y, por supuesto, siempre se corre el riesgo de que alguien invente un Google mejor. Los monopolios casi siempre ganan, pero no siempre y tienen plazo de caducidad.

Al final, la historia es la lucha de lo grande contra lo pequeño. Lo grande suele ganar casi todas las batallas pero, al final, siempre pierde y hay que volver a empezar… por lo pequeño.

Para mí que el derrumbamiento de las grandes tecnológicas no tardará mucho en llegar.