Rueda de prensa, donde a la ministra que cura -es un decir-, Carolina Darias, da el parte tenebroso habitual, se une el ministro de la porra, Fernando Grande-Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos.

Salen a escena el miércoles, ya caída la noche, ante una audiencia pastueña, formada en su mayor parte por periodistas sanitarios. Muy buenos profesionales pero que no están ahí para informar al lector sino para tranquilizar al paciente.

Marlaska amenaza de nuevo: en el Puente de San José la política realizó 162.000 controles y 9.539 sanciones. Así que para Semana Santa… más madera

Darias nos vuelve a plantear un escenario Margarita del Val: sube la incidencia acumulada, tendencia ascendente de contagios, ocupación UCI por encima del 20%, la variante británica ya es prevalente en España, en torno al 50%, con territorios por encima del 70%... en resumen, estamos fastidiados.

Y así, con ese tono amedrentador, con ese aspecto de suficiencia que tanta antipatía le ha suscitado en círculos selectos, cansada de lidiar con los ‘cagatintas’, que en nada valoran su esfuerzo como ministra, doña Carolina nos anuncia que las medidas acordadas (o sea, impuestas) a las comunidades autónomas son “de mínimos”, a partir de los cuales cada gobierno regional podrá apretarles más las tuercas, fastidiar aún más, al probo ciudadano. No contesta a la veracidad de su intento de recluirnos a todos en casa a partir de la ocho de la tarde -ahora que va a anochecer a las nueve- pero deja abierta la puerta para que cualquier majadero autonómico, un Revilla o un Feijóo, lo exija en sus predios: son “medidas de mínimos nacionales pero cada CCAA puede imponer medidas más restrictivas”. Todo sea por jorobar al ciudadano en nombre de su salud, ‘of course’, y para aplicar una medida que a Sánchez le está dando espléndidos resultados: yo soy el poli bueno; los señores feudales, los presidentes de CCAA, son los que os fastidian.

El Estado fracasa contra el virus pero tiene éxito en su recorte de libertades, gracias al miedo que inunda España. Ya hablamos de la cuarta ola

Y entonces aparece en escena Fernando Grande-Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos, hacedor insigne del Estado policial en el que vivimos. Si Darias es económica con la verdad Marlaska es, directamente, un matón. Como buen abusón, Marlaska nos asegura que lo hace por nuestro bien, para “salvar vidas” pero al tiempo, te recuerda que al que no obedece, al ciudadano irresponsable, “le pasan cosas”. Y así, de cara a Semana Santa, Marlaska -toma y rasca- nos recuerda a los españoles que, en el Puente de San José, la policía, ‘su’ policía, perpetró 162.000 controles en un fin de semana con 9.539 propuestas de sanción. O sea, multas.

De postre, para la precitada Semana Santa -Marlaskilla, como es agnóstico, continúa pensando que lo que viene es la Semana ‘Sana’, que no Santa- volverá a movilizar 64.000 policías. Un Estado policial en toda regla. Y encima el personal, presa del pánico, aplaude la cadena que nos cuelga don Fernando.

Todo esto sin abandonar la especial atención a la violencia machista -al ministro del Interior le encanta silabear el término machista- que recibirá una especial atención.

La desfachatez del personaje no conoce límites, dado que fue él mismo quien tuvo la desfachatez de criticar ante las cámaras a un pobre hombre, de Valladolid, que intentó a salvar a su deprimida esposa del suicidio y no pudo evitarlo. Por mor del ambiente feminista, ligeramente hediondo, en el que vivimos, el desdichado viudo fue calificado por Marlaska como un machista asesino de su esposa. A las 24 horas, el juez archivó el caso, nada más ver lo que tenía delante. Pues bien, Marlaska ni se disculpó, porque eso sería ‘arrepentirse’ y, según él, sólo los pérfidos católicos se arrepienten de algo. Por contra, los progresistas como él se dedican a organizar la Semana ‘Sana’ y a “salvar vidas”, oh sí.

Darias se niega a responder cuándo pondremos quitarnos la mascarilla. Se trata de que no nos la quitemos nunca

Pues bien, el miércoles 20 volvió el ministro a bramar contra la violencia machista y a incluir en el dispositivo policial una especial atención a la violencia maaaachhhhhhista, un fenómeno social que se caracteriza por un mínimo de condenable y un máximo de exageración.

En resumen, el Estado (tanto el gobierno central como los regionales, más talibanes que el Ejecutivo Sánchez) ha fracasado contra el virus pero ha cosechado un éxito rotundo en su recorte de libertades, gracias al miedo que inunda España. Con decirles que el discurso oficial ya está instalado en la cuarta ola. Todo sea por salvar vidas.

Por cierto, otra vez, en la noche del miércoles, Carolina Darias se negó a responder sobre cuándo pondremos quitarnos la mascarilla. Y se niega a responder porque se trata de que no nos la quitemos nunca. El virus -sea cual sea su origen- no es el enemigo principal del Gobierno Sáncehz: es la excusa idónea de Moncloa para imponer el totalitarismo… dentro de un esquema democrático, naturalmente.

Y cuando alguien le pregunta qué le ocurrirá a quien se niegue a vacunarse con la polémica eficacia y seguridad, incluso poco ético preparado de AstraZeneca, Darias responde que… respondió que ya había respondido, y el Pichi no repite,. Es decir, que al que no quiera vacunarse con la pócima de Oxford se la pasará el turno.

En España, o te vacunas y con el preparado al que te obligue el Gobierno… o serás un proscrito y no disfrutarás de la vacuna… lo que todavía no tengo claro si es premio o castigo.

Estado policial: harás lo que te digamos, saldrás cuando queramos, te vacunarás cuando y con lo que te ordenemos. Y si te rebelas, serás delincuente o marginado… o ambas cosas a la vez. En el ínterin, eso sí, te arruinaremos.