Convoque o no elecciones, Pedro Sánchez, asesorado por el consultor-cortesano más famoso de los tiempos modernos, Iván Redondo, ya ha planteado su opinión política: frentepopulismo, feminismo y anticlericalismo, éste último en forma de cristofobia, cuanto más rabiosa mejor. Sánchez ejerce de comecuras pero, sobre todo, presume de ateo.

El feminismo nos condena a una España de viejos, furiosamente antinatalista y donde la marginada no es la mujer, sino la madre. Mal camino para poder mantener el sistema de pensiones… y para otras muchas cosas.

El feminismo socialista nos condena a convertirnos en un país de viejos y de idiotas

Hablamos de una España de viejos y de idiotas, donde la categoría intelectual se mide según las veces que repitamos la necedad gramatical “nosotros y nosotras”.

El frentepopulismo une a Pedro Sánchez a los separatistas vascos y catalanes, tanto en su versión proletaria como en la burguesa.

El frentepopulismo exige al PSOE uncirse a los separatistas catalanes y vascos… de por vida

En cualquier caso, aunque no acepte la independencia de Cataluña (le haría perder votos), Sánchez ya es esclavo de los nacionalismos vasco y catalán. Sólo la suma de votos de la moción de censura, proetarras incluidos, puede mantenerle en Moncloa. A donde, recuerden le llevaron los votos del derechista PNV.

Porque esa es la cuestión. El gran cambio histórico que la necedad insistente del Sanchismo ha provocado es que España se esté volviendo de derechas por primera vez desde la muerte de Franco.

Recuerden que la fórmula guerracivilista, consiste en la unión entre socialistas, comunistas y secesionistas

Ojo, no está volviendo a sus principios católicos –lo diría de buen grado, pero sé que estaría mintiendo–, sino que se está volviendo de derechas, conservadora. La culpa es de izquierdistas como Pedro Sánchez y de la obsesión independentista catalana.

Y también, en parte, por una sensación cada vez más general: puede que la derecha resulte antipática y la creamos más corrupta que la izquierda –esto no es verdad– pero hace mejor política económica que la izquierda que, con su constante reclamación de derechos y ausencia de deberes, nos lleva a la ruina.