Carlos Torres no quiere pasar a la historia como el presidente del BBVA que tuvo que dejar la entidad por el escándalo Villarejo. El sucesor de Francisco González (FG) quiere seguir al frente del banco y está negociando su continuidad con el Banco Central Europeo. En Fráncfort están preocupados. El BCE no se puede permitir que el escándalo termine por dinamitar la reputación de la segunda entidad española y ya tiene sobre la mesa los nombres de los candidatos para suceder a Torres.

Al regulador no se le escapa la vinculación del actual presidente con FG, una vinculación que no se ha roto tras la renuncia de FG a la Presidencia de honor del banco y que ahora puede tener sus días contados. Porque Torres tiene un objetivo claro: permanecer al frente de la entidad. El presidente del BBVA está dispuesto a romper definitivamente con FG si, a cambio, el BCE le deja en paz.

¿Y si desde Fráncfort le imponen, además, una serie de nombramientos? Ningún problema, mientras él siga siendo presidente. Ahora bien, el BCE sólo le aceptó en su momento porque hacía posible la marcha de FG. Vamos, que no tiene nada contra Torres pero tampoco siente por él un indecible entusiasmo.

Todo esto está muy bien, pero a nadie se le escapa el abismo que separa a la autoridad monetaria de la judicial, que es, al fin y a la postre, la que podría provocar la salida definitiva de Torres. Eso es cierto, pero también lo es que, si el BCE decide dejar en paz al presidente, el juez del caso podría levantar el pie del acelerador.

Todo pasa, eso sí, por la ruptura definitiva de Torres con FG. Que no es cosa fácil.