Sr. Director:

En un estudio del Observatorio de Bioética, en el que se trataba de determinar cuántos embriones se destruyen por cada niño nacido en la fecundación in vitro, llegábamos a la conclusión que aproximadamente se perdían seis embriones por cada niño nacido, es decir, que se perdían seis hijos de la pareja por cada hijo suyo nacido.

Surge aquí la pregunta: la inmensa alegría de tener un hijo entre los brazos, ¿es motivo suficiente para olvidar la muerte de cientos de miles de otros hijos que se “pierden” en el uso de las técnicas de reproducción artificial?