Sr. Director:

Se cumplen dos siglos del nacimiento de Karl Marx. Por mucho que algunos corifeos del pensador de referencia del comunismo leninista, ideología que manipuló su pensamiento de forma incoherente y abusiva, hasta hacerlo irreconocible, sus ideas fundamentales han fracasado en las sociedades más libres y desarrolladas. Dentro de la ideología marxista, uno de sus componentes más citados como arma arrojadiza son sus opiniones sobre la religión, repetidas por sus seguidores neomarxistas y postmodernos como tópicos fuera de contexto como el famoso slogan panfleto: la religión es el opio del pueblo.

Marx, en su juventud, siguió con entusiasmo el idealismo hegeliano, como la mayoría de los jóvenes berlineses, especialmente los estudiantes de teología luterana, a quienes sedujo de tal forma la filosofía de la religión de Hegel, que conformaran la izquierda hegeliana, pasando del idealismo absoluto al materialismo y de la fe religiosa a la incredulidad y al ateísmo, panteísmo llegando incluso a la divinización de la naturaleza, como Engels.

Sin embargo, Marx nunca elaboró una crítica de la religión consistente y original, entre otras cosas porque, para él, la crítica de la religión la habían formulado definitivamente los hegelianos de izquierda y nada se podía ya añadir. Además, Marx nunca analizó el hecho religioso en sí mismo ni en sus orígenes y sus consecuencias. Su crítica religiosa se redujo al cristianismo burgués del S. XIX, que para él era una simple superestructura que emanaba de la forma de producción burguesa capitalista. Para Marx, la religión es una forma específica de ideología y, por lo tanto, cambiada la forma de producción capitalista, se seguiría automática la desaparición de la religión. Lo cual no sucedió de forma natural y espontánea, sino se utilizaron todas la formas y maneras para erradicar a sangre y fuego la religión, como sucedió en Rusia durante más de 70 años.

Esta crítica del cristianismo la formuló literariamente en panfletos, artículos, manifiestos y algunos ensayos que difundían las ideas de Engels, gracias al cual pudo dedicarse a escribir su gran obra El Capital, viviendo en Londres en condiciones penosas y lamentables, en donde muere agotado por sus continuas luchas políticas y el trabajo científico, especialmente después de la muerte de su mujer y de su querida hija Jenny.

Para Marx, la crítica de la religión era el principio de todo el sistema político y económico de su tiempo, puesto que la religión era uno de los pilares sobre el que sustentaba el orden conservador. Esta estrategia de atacar la religión para destruir el modelo de producción burgués capitalista ha sido -y es- una constante de todos los regímenes comunistas. Pero hoy las cosas han cambiado, como sucede en China en donde el modelo de producción es el capitalismo total y permanece la persecución religiosa de la forma más incoherente: así la fiesta de la navidad es para el partido comunista el opio del pueblo, pero la utilizan para inundar los países de Europa de todo tipo de productos fabricados en China. En el siglo XX los llamados revisionistas marxistas, por el ala más dura y reaccionaria, como Garaudy y Ernest Bloch, se enfrentaron al marxismo vulgar y políticamente correcto, y desde un marxismo crítico vieron en el cristianismo de las bienaventuranzas valores para hacer posible una esperanza no solo utópica, sino realista estableciendo diálogo positivo. Mientras, algunos clérigos calificados como teólogos de la liberación dieron el abrazo del oso al marxismo.