Los animalistas: Marrón glacé con agujas por dentro. Así definían a José Ernesto Renan, aquel teólogo empeñado en convertirse en gestor del magisterio oficial. Y así puede definirse a los antitaurinos. La cuestión es que no son antitaurinos, son animalistas. Es decir, cafres salvajes. Gente que homologa al hombre con la ameba y a la mujer con la rata. Bueno con las ratas no, que a lo mejor les da a un poquito de asco. Por eso, los antitaurinos celebran por todo lo alto la muerte del torero Víctor Barrio, al que un toro bravo introdujo el cuero hasta el mismísimo corazón. No les gusta la violencia si conlleva riesgo propio, pero sí cuando es un extraño, incluido un toro, quien se encarga de satisfacer su venganza. El comentario del profe Vicent Belenguer sobre la muerte de Barrio en la Plaza de Toros de Teruel, no precisa comentario alguno. Recuerden que la deuda fue primero que la esclavitud. Entonces sí que les gusta, porque ya no se trata de justicia sino de venganza y a estos salvajes la venganza les mola mucho, es decir, que alguien les haga el trabajo. Se regodean en la desgracia del adversario y les gusta que el irracional mate a un ser racional de su misma especie, de nombre Víctor Barrio. No son antitaurinos, son animalistas. O sea, cafres salvajes. Y son muchos, el Partido Animalista (PACMA) obtuvo 285.000 votos. También, sin comentarios. Se lo explico de otra forma: No se parecen al toro de lidia a quien dicen defender, sino al crustáceo: blandengue y casi viscoso por dentro y espinoso por fuera. Hispanidad redaccion@hispanidad.com