Todavía no está claro quién es Arcan Cetin (en la imagen), el miserable que entró en un centro comercial en el Estado norteamericano de Washington (Burlington) y asesinó a cinco personas a tiros. Pero todos los grandes medios informativos, siempre serviles a las consignas del Nuevo Orden Mundial (NOM), aseguran que se trata de un ciudadano de origen turco. Miren por dónde, no era hispano, sino de origen turco. Y las autoridades, tan progres, se han apresurado a aclarar que no se trata de un acto terrorista. A ver si nos entendemos: si terrorista sólo es aquel que actúa dentro de un grupo organizado, entonces tendremos que modificar la definición de terrorista. Quiero decir, los lobos solitarios son tan fanáticos como los terroristas organizados. ¿Y qué más me da morir a manos de un terrorista del Estado Islámico que de un musulmán fanático que actúa por su cuenta y riesgo? Pero es que aunque no se tratara de un islámico, sino de cualquier otro fanático u oligofrénico, el problema es el fanatismo que se esconde detrás de la sociedad civil para dar el zarpazo. Es decir, lo contrario al militar, que actúa dando la cara. Hispanidad redaccion@hispanidad.com