Ya hemos dicho que Naciones Unidas se ha convertido en el centro neurálgico del Nuevo Orden Mundial (NOM). Por lo tanto, como toda aberración de la nueva masonería internacional, o sea, del NOM, el asunto empieza a presentar su lado jocoso. Lean el excelente trabajo de Friday Fax: se ha entablado una batalla entre la ONU y el Europarlamento, dos ramas del mismo tronco... Nuevo Orden, porque resulta que en un alarde progre, uno más, Europa pretende castigar a proxenetas y clientes de las coimas y salvar a la prostitutas, mientras la ONU, más progre aún, pretende salvar a los tres elementos y dignificar el nobílisimo trabajo del sexo pagado, de vender tu cuerpo. 

Ya no es que la prostitución constituya una inevitable tragedia histórica. No, se trata de una actividad muy digna, una vez superados los ancestrales prejuicios morales que impiden el progreso.

Dentro de la majadería progre, el asunto es comprensible. El proxeneta es malo, el cliente es malo... pero la puta es buena.

Pues bien, la ONU responde que no, que 'to er mundo es güeno', que no se puede criminalizar ninguno de los eslabones del llamado "trabajo sexual". Son gente que piensa (mal, pero piensa), estos infernales burócratas de la ONU han llegado a la conclusión de que si castigas al cliente castigas a la prostituta, que no cobra por su... "trabajo". Y claro, eso no puede ser.

La verdad es que la prostitución es una actividad deplorable en todos sus eslabones: malo es el proxeneta, malo el cliente... ¡y mala la prostituta!, que vende su cuerpo por dinero

La verdad es que la prostitución es una actividad deplorable en todos sus eslabones: malo es el proxeneta, malo el cliente... ¡y mala la prostituta! que vende su cuerpo por dinero. 

Pero la discusión bizantina y maliciosa entre Naciones Unidas y el Europarlamento, sobre que hay que legalizar la bella actividad putera -posición de Naciones Unidas y la enmienda parcial del Europarlamento -proxenetas y clientes sancionables pero prostitutas maravillosas e intocables- resulta igualmente estúpida y el enfrentamiento entre ambas instituciones, si prescindes de la tragedia de la cuestión de fondo, el sexo por dinero, resulta cómica, extraordinariamente cómica y una prueba más de que el alabado progresismo, después de letal y venenoso, resulta simplemente estúpido.