Sigo leyendo ABC Cultural porque me sigue pareciendo la mejor aportación de la prensa española a la actualidad literaria y, a veces, incluso artística. Pero me preocupa un tanto su deriva actual. Parece que la empanada mental de semen -perdón -de hipersexualización- está nublando algunas mentes antaño señeras. Es como si la 'pitopausia', conocida enfermedad descrita a la perfección por el eximio doctor Forges, se hubiera vuelto viral. 

Días atrás, ABC cultural publicaba el artículo de un autor, de cuyo nombre no quiero acordarme, sobre los conocidos versos de San Juan de la Cruz, en su Cántico Espiritual:

¿Adónde te escondiste, 

Amado, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste. 

habiéndome herido,

salí tras ti clamando y eras ido.

Una pista: el artículo se titula "sobre el orgasmo" y ojo al dato: nuestro hombre deduce, en evidencia científica, que en esos versos "hay un adentro aludido por el acto de salir de una casa. Y hay un gemido, de modo que hay un lecho en el que estaba con el amado". 

De ahí debo concluir en inapelable inferencia, que el bueno de San Juan de la Cruz estaba describiendo el amor entre el Creador y la Criatura como un coito carnal puro y duro, y que, como no se habla de ausencia de consentimiento, a lo mejor entra en los ilícitos penales del Sólo el sí es sí. Atenta, Irene.

Es más, podemos deducir, en la misma línea de ABC cultural y del intelectual francés (lo siento, era francés) al que llama en su auxilio el autor del artículo, que Juan de la Cruz, al que no pocos críticos literarios consideran la cumbre de la poesía mística universal, no era más que un esclavo de la líbido freudiana. Justamente de Sigmund Freud, el psiquiatra-filósofo de la mente sucia, quien también es citado en el artículo. 

Vamos, que los gemidos de amor del carmelita procedían de la entrepierna y su poesía no hablaba de amor sino de sexo explícito. 

No es broma, no es la primera vez que oigo esta peregrina interpretación sobre la poesía de San Juan de la Cruz pero no esperaba encontrarla en ABC Cultural. 

Tenemos que quitarnos el semen del cerebro y del corazón. Entre otras cosas, porque la pulsión sexual permanente, obsesiva, siempre acaba por resultar triste y aburrida. Puro hastío.