Hablo con un religioso que ha dedicado su vida a la enseñanza. Es muy mayor, ya jubilado. Estuvo de misionero en un país de mayoría musulmana. Allí, los católicos tenían un colegio donde acogían a la mayoría de alumnos cristianos, pero también a una minoría de alumnos musulmanes. Mi amigo me contaba lo mal que lo pasaba porque los padres católicos a los que no admitía en su colegio se quejaban de que sí admitiera alumnos musulmanes. 

Reconozco que mi primera reacción fue buenista: cómo no admitir a los pobres niños musulmanes. Pero de repente -a veces incluso me sucede-, me di cuenta de mi error: por supuesto que no debería admitir a niños musulmanes en un colegio católico mientras tuvieran otros colegios musulmanes a los que acudir... que los tenían, y muchos. O, al menos, admitirlos en la escuela católica con el compromiso de sus padres de educarles en la fe cristiana, compromiso, que, naturalmente, brillaba por su ausencia en el presente caso pues los padres musulmanes se oponían. 

Veamos: se monta un colegio cristiano para enseñar a los niños a amar a Cristo y a dejarse amar por Cristo, desde sus primeros años. Y entonces, ¿qué va a hacer un pedagogo cristiano, enseñar el Padrenuestro a un niño musulmán? ¿Acaso no saben que, para el islam, llamar padre a Dios constituye una blasfemia? 

En las escuelas cristianas sólo cabe enseñar a Cristo, en los templos cristianos sólo cabe enseñar el catecismo. Y esto recibe el nombre de pluralismo: externo, que no interno

Para el cristiano, la infancia espiritual es la clave de toda su cosmovisión, de su vida. Para el mahometano, es una ofensa a Dios, que es Creador, pero no redentor, ni mucho menos padre del hombre.

Esta misma idea también sirve para las homilías eucarísticas. ¿Para qué nacieron los sermones? Para enseñar la doctrina, para explicar el catecismo desde el púlpito.

De otra manera, corremos el riesgo de convertir la practica cristiana, como asegura Leonardo Castellani, en una compra de sacramentos, guiada por la superstición. En primer lugar, la gracia sacramental ni se compra ni se vende. En todo caso, como dijo un santo, se roba. En segundo lugar, lo que une a la jerarquía eclesiástica con el pueblo. Usted, amigo cura debería subir al púlpito (sí, sé que ya no se usa el púlpito pero deberíamos, porque el docente siempre debe estar por encima del discente) no sólo para mostrar sus buenos sentimientos, sino también para enseñar el catecismo... que buena falta nos hace. 

En la escuela como en la Iglesia -como en ningún otro sitio cabe el pluralismo interno, que no es otra cosa que esquizofrenia-, cabe el pluralismo externo, que es la coexistencia pacífica entre escuelas cristianas, musulmanas, e incluso -reparen en mi excesiva tolerancia- escuelas públicas.

Cabe que se permitan iglesias cristianas y mezquitas... pero no en que en una iglesia cristiana se predique la bondad del islam ni que en una escuela cristiana se enseñe el Corán... ni se fuerce a un niño que es educado en el Corán a llamar padre a Alá: sería forzar su conciencia hasta la blasfemia. En las escuelas cristianas sólo cabe enseñar a Cristo, en los templos cristianos sólo cabe enseñar el catecismo. Y esto recibe el nombre de pluralismo: externo, que no interno. 

Profesores, predicadores: enseñad a los niños la fe cristiana... que es lo que no hacéis.