Es lógico que la ministra de Sanidad, Carolina Darias, se quiera despedir del Ministerio, donde tan estupenda labor ha realizado, con una postura inequívoca y la correspondiente campaña con dinero público en búsqueda de la vacunación permanente. Ahora bien, se está topando con un pequeño problema: Juan Español, quien, ante el primer susto Covid, acudió, con premura y presteza, al llamado gubernamental y se vacunó, incluso algunas veces más de las proscritas por aquello de rematar al bicho, ahora no parece estar por la labor. 

Tras comprobar algunos efectos secundarios de las vacunas, innegables a pesar de las "evidencias científicas" de doña Carolina y tras intuir, incluso antes que razonar, que aquí algo falla y que el discurso oficial no tendría por qué ser real, se lo está pensando.

La 'normalización' del Covid: de pandemia global a 'gripe cabreada'

En cualquier caso, sin entrar en mayores honduras, ¿por qué casi nadie quiere ya ponerse la vacuna contra el Covid? ¿Acaso no te salvaba la vida? Y ya puestos, ¿por qué ahora, tras la obsesión coronavirus de 2020, resulta que el virus preocupa menos que, por ejemplo, el recibo de la luz?

¡Ah!, mucho cuidado con el pasaporte sanitario: obligatorio, universal y permanente. Sí, el pánico ha remitido, afortunadamente, pero, aunque crece la sana desconfianza hacia los políticos y hacia los científicos (sí, también hacia los científicos, que son hombres, como nosotros y bastante soberbios) todavía queda en la humanidad un sustrato de miedo que está siendo aprovechado por el poder para crear la tiranía sanitaria, un fenómeno sólo inferior en gravedad a la tiranía cultural, pero muy poco inferior. No pueden obligarte a vacunarte con una vacuna no probada y ante una desconfianza generalizada frente a los mensajes oficiales, pero sí pueden inmovilizar a todo aquel "negacionista" que pretenda, por ejemplo, viajar por el mundo. Para ello, le colocas un pasaporte sanitario y le encierras, por de pronto, en su propio país, con lo que le haces perder un montón de oportunidades, además de inmovilizar a algunos de tus mejores elementos, especialmente a la juventud y a los que huyen de una vida de miseria o de una tiranía esclavizadora. 

El Covid todavía puede machacar a muchos, a pesar de su "normalización", de su transición de pandemia global a 'gripe cabreada'.