Lo dijo Igor Gómez Maneiro, el mejor busto parlante de TVE. Ningún insulto sobre el colega que de tonto no tiene un pelo. Ahora bien, cuando un locutor no da un puñetazo encima de la mesa y pronuncia eso tan bonito de "hasta aquí hemos llegado" y, por contra, pronuncia la estupidez que le coloca el teleprónter, los culpables son dos: el que redactó la tontuna y el que la recita: el redactor e Igor.

Digo que Igor, en el telediario de tarde de TVE del sábado 11de junio, señaló: cada vez tenemos menos hijos así que muchos buscan una alternativa. Sí, lo han adivinado: el perro y el gato sustituyen al hijo y también, agrega Igor, perros y gatos aparecen en separaciones, herencias, etc.

El hombre prescindió de Dios y ahora la máquina pretende prescindir del hombre. El chucho no es más que un paso intermedio

Es el trashumanismo, término en el que se compendian todas las aberraciones del siglo XXI, que no se resumen en que el hombre sustituye a Dios, eso ya fue en el siglo XX, sino en que la deshumanización sustituya al humanismo o, para ser más claros, en que la máquina sustituya al hombre (lo del chucho no es más que un paso intermedio). 

Lo único bueno de todas las majaderías de este siglo es que resultan tan aberrantes como inconsistentes. Más que nada, Igor, porque, verás, un gato nunca podrá sustituir a un hijo: y no podrá sustituirle porque no puede ofender. El hijo sí. Y aquello que no puede ofender, aquello que no me exige vencer a mi propio ego, no es un amor que no merece la pena.

Por eso el siglo XX se caracterizó por un número de divorcios disparados: a medida que el hombre relegaba a Dios, le faltó gracia de Dios -fuerza, que diría un hortera- para soportar a quien podía ofenderle mucho más que un hijo: su cónyuge. Ahora, en el siglo XXI, el divorcio es lo de menos, el drama es el divorcio entre padres e hijos, una generación enfrentada a la anterior y a la posterior. 

Lo normal, no es lo habitual, sino lo que se atiene a la norma. Cambiar a tu hijo por un gathijo no es normalidad: es imbecilidad

Por eso, y no por lo mal que está el mundo, es por lo que muchos se piensan si tener descendencia, el principal reto de nuestros abuelos en la vida. Y claro, prefieren adoptar un perro, que nunca molesta.

Es como si el cuarto mandamiento precisara en nuestro siglo de una aclaración: Honrarás a tu padre y a tu madre, que no a tu hijo y a tu hija. En el siglo XXI, la orden da otro giro: honrarás a tu perrhijo y a tu gathijo... y te convertirás en un grandísimo tontipijo. 

Y sí: en Madrid ya hay más mascotas que hijos.

Nuestra esperanza estriba en que las aberraciones de este siglo resultan tan majaderas que tienen una vida corta: el mal siempre se suicida, siempre acaba por destruirse a sí mismo

Pero recuerda, Igor: nada menos científico que tratar la aberración como normalidad. Recuerda, también, que lo normal, no es lo habitual, sino lo que se atiene a la norma. Cambiar a tu hijo por un gathijo no es normalidad: es imbecilidad.

Por lo demás, ya digo, Igor es uno tipo realmente inteligente. Y eso es, precisamente, lo que me preocupa.  

Nuestra esperanza estriba en que las aberraciones de este siglo resultan tan majaderas que tienen una vida corta: el mal siempre se suicida, siempre acaba por destruirse a sí mismo.