Don Manuel Guerra, sacerdote burgalés, fallecido apenas hace dos años, era uno de los más reputados estudiosos del mundo social desconocido, de todo aquello que se encubre a los ciudadanos y que actúa o quiere actuar de forma oculta mientras trata de dirigir a la sociedad a sus propios intereses, es decir, a consumar el poder en sí mismo. Su libro más famoso, Masonería, religión y política (Sekotia), ya desde la sinopsis dejaba claro cuál era el procedimiento de actuación: «Era de noche. Imprevistamente la luz se apagó. Un grito estalló en la oscuridad: ¡Están cambiando el agua de la pecera sin que los peces se enteren! El paradigma religioso, especialmente el cristiano tradicional en los países occidentales, está siendo sustituido por otro, relativista, sincrético y laicista, o sea, masónico y, por lo mismo, indigente de Jesucristo y de una nueva evangelización».

El tan temido Nuevo Orden Mundial (NOM) es una realidad que habita con plena naturaleza entre todos nosotros y que se ejecuta desde las instituciones mundialistas. Un poder que actúa desde el limbo legislativo como la ONUOMSFMI, etc. Instituciones que nadie elige -ni a la institución como tal pero que indica la forma de actuación de los gobiernos- ni a las personas que las dirigen, y que actúan de forma omnímoda a nivel mundial. No trabajan desde la política, sino desde el poder coercitivo.

El tan temido Nuevo Orden Mundial (NOM) es una realidad que habita con plena naturaleza entre todos nosotros y que se ejecuta desde las instituciones mundialistas. Un poder que actúa desde el limbo legislativo como la ONU, OMS, FMI, etc.

Todos formamos parte de esta realidad, unos encantados que, como el pez gato, merodea en aguas pantanosas comiendo carroña, oculto en la oscuridad turbia y tenebrosa de las profundidades; otros nos defendemos como podemos y procuramos nadar en la superficie, donde el agua es más clara y está más oxigenada. Pero la mayoría ni se enteran, son peces pasto, y piensan que la turbiedad y la tibieza del agua es la evolución natural de la vida, pero no ven cuándo les acecha la depredación, y cuando se quieren dar cuenta, es tarde y sin marcha atrás. Les han cambiado el agua y beben inmundicia pensando que es un delicioso brebaje. Esa agua de vida, es el Nuevo -y pretendido- Orden Mundial. En definitiva, es la manera de pensar asumida y, en consecuencia, de actuar.

Los políticos y la política son sólo el brazo ejecutor de un avance continuado hacia el deseo implacable de la gobernanza mundial, que no sucederá nunca porque la libertad está por encima de la tiranía humana. Debemos reconocer que la acción globalizante a través de internet ha sido su gran aliado. La sociedad ha aceptado la globalización como un hecho lógico y tecnológico, ya de forma natural para las dos o tres últimas generaciones que han crecido en esta realidad.

Nacen nuevas religiones cancelatorias como la del cambio climático, la democracia como único bastión del gobernar en justicia y los derechos humanos, cada vez menos 'derechos' y desde luego menos 'humanos'

Los gobiernos, cada vez menos liberales y más obsesionados con el control de todo, son los que organizan -deciden- nuestras vidas. Las democracias representativas están en vías de extinción y son sustituidas por partidocracias que nos dirigen. Son los que crean un orden de opinión, por supuesto global, para que pensemos que la verdad está con ellos. Nacen nuevas religiones cancelatorias como la del cambio climático, la democracia como único bastión del gobernar en justicia y los derechos humanos, cada vez menos derechos y desde luego menos humanos. Pensar filosóficamente el concepto de totalitarismo ayuda a revisar algunas antítesis consolidadas que oponen frontalmente democracia y totalitarismo y esta es la tesis de El totalitarismo: trayectoria de una idea límite (Herder), de Simona Forti.

La generalidad de los mayores de cincuenta años, provenimos del universo analógico, cuyo mundo estaba más cerca de lo artesano y lo manual que de lo tecnológico, o como mucho de lo industrial. Esa manera de concebir la vida, en el que la capacidad de ser dependía en un alto porcentaje de las capacidades intelectuales y la experiencia adquirida, hoy choca radicalmente con un mundo donde la experiencia es prácticamente de usuario, sin necesidad de acumular ni experiencia ni conocimientos, porque la tecnología y lo virtual lo tienes al alcance de un smartphoneUn mundo digital, cada vez más virtual, hace que el valor como individuo tenga menos valor como factor social.

La globalización nos estandariza y nos alinea en la franja de ciudadanos consumidores de aplicaciones y tecnologías avanzadas para ser útiles en la sociedad pero que realmente iguala a un médico con un curioso que pregunta por internet sobre sus posibles males

Todos somos cada vez más prescindibles porque la maestría que nos hacía valiosos, ya reside en la red de forma anónima y gratuita. En fin, de esta forma la globalización nos estandariza y nos alinea en la franja de ciudadanos consumidores de aplicaciones y tecnologías avanzadas para ser útiles en la sociedad pero que realmente iguala a un médico con un curioso que pregunta por internet sobre sus posibles males. ¡Todavía queda la autoridad de firmar la receta!

En La conquista de la felicidad (Alianza), Bertrand Russel dice del universo que el hombre «goza libremente del espectáculo que le ofrece y de las alegrías que le brinda». Una obra de autoayuda... si no fuera porque se trata de un proyecto, de raigambre estoica, de repensar el ser humano y su posición en el mundo. Y como decía, no soy el único que lo piensa. Hay muchos más que opinan que la única forma de volver a la realidad del ser humano, es decir, a esa identidad original que nos hace ser únicos entre todos los hombres, y prescindibles de alguna forma para los demás, es que algo rompa el utilitarismo humano de la globalidad a favor de unos pocos.

Así es, se ha logrado que la verdad sea consensuada a golpe de democracia en los foros políticos de todo el mundo occidental, aunque la decadencia es cada día más evidente. Una gran estrategia articulada por hombres e instituciones poderosos que dominan las finanzas mundiales para manejar nuestro grado de dependencia material. Controlan, las tecnologías que nos ceden gratuitamente para saber más de cada uno de nosotros y, al final, depender más de ellos. Un círculo que se retroalimenta perversamente y del que es difícil salir sin sufrir el ostracismo social o profesional.