Cuando Manuel Fraga fundó Alianza Popular en 1976, en plena Transición española, su objetivo era ofrecer una alternativa seria y moderada a la izquierda -todavía marxista-, recogiendo a los sectores conservadores, democristianos y liberales que quedaban huérfanos tras el franquismo. Inspirado en el modelo de partidos de centro-derecha europeos como la CDU alemana o el gaullismo francés, Fraga trató de dotar a la nueva formación de una base ideológica firme, asentada en valores como la defensa de la vida, la unidad de España, el orden social, el humanismo cristiano y la economía de mercado.
Bajo el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, el PP representa una derecha sin atributos. No solo no combate la ingeniería social, es que incluso la impulsa presupuestariamente allá donde gobierna
El Partido Popular también ha sido corrupto. Tienen casos importantes como la Gurtel, mentir, tapar y encubrir delitos o a personas del partido. Pero en ningún caso como los que protagonizan los socialistas españoles. Incluso, todavía se diferencian del PSOE, en que no han llegado al nivel de zafiedad de las prostitutas, las drogas o el chantaje de vídeos, de lo que José Manuel Villarejo bautizó como información vaginal. Pero la peor de las corrupciones es la corrupción de la razón, la del engaño y la imposición de ideologías a través de lo legislativo y apuntalado por los presupuestos generales del Estado. Veamos.
El partido, estigmatizado como heredero del franquismo, necesitaba una renovación de imagen. Con la refundación de 1989, nace el Partido Popular liderado por José María Aznar, con un discurso liberal, joven y europeísta. El paso definitivo para integrarse en el bipartidismo del sistema del 78 y se convertía en el nuevo partido de orden, moderno y homologable al resto de fuerzas conservadoras europeas.
Fue el refresco necesario para forjar el bipartidismo de alternancia, el cobijo de la socialdemocracia, que exigía asumir políticas que chocaban directamente con los fundamentos de don Manuel. Así, el aborto, el divorcio, las leyes de género y la conciliación con los separatistas vascos y catalanes empezaron a engrasar con absoluta ligereza los discursos de los líderes populares, provocando el primer choque con los conservadores cristianos que no les quedaba otra que tragar porque entonces no había otro refugio para su voto. Eso lo sabían los dirigentes y abusaron -y abusan-, de ello.
Aznar gobernó con eficacia técnica, y España vivió la etapa más floreciente de la democracia (incluido hoy en día). Privatizó empresas públicas, apostó por la convergencia europea y proyectó a España como una potencia en la escena internacional. Pero también, bajo su mandato, comenzó a dar síntomas de cierta desconexión con sus bases sociales más tradicionales. La sustitución del pensamiento por la tecnocracia, y de la ideología por la estrategia electoral, marcará desde entonces el rumbo del partido.
Dalmacio Negro dio en el clavo, cuando dijo aquello de «La derecha moderna ha renunciado a ser una doctrina política y se ha convertido en un mecanismo de gestión. Deja de defender principios para adaptarse a lo políticamente correcto, lo cual es su rendición moral».
Tras la derrota de 2004, el PP de Mariano Rajoy optó por la pasividad ideológica. Mientras, José Luis R. Zapatero imponía su revolución social con leyes como la del aborto libre, la memoria histórica o el matrimonio homosexual… Y el PP solo ofrecía una “gestión responsable” sin cuestionarse el marco ideológico dominante. Pero durante el tiempo que estuvo en la oposición, sí hizo uso de esas armas dogmáticas en contra de la batalla cultural de Zapatero, dando alas a la esperanza de los votantes de la derecha.
La derecha moderna ha renunciado a ser una doctrina política y se ha convertido en un mecanismo de gestión. Deja de defender principios para adaptarse a lo políticamente correcto, lo cual supone su rendición moral»
Y llegó al poder, sí, en 2011, con una mayoría absoluta que le permitió trabajar con holgura el programa prometido, pero no derogó ninguna de las leyes de Zapatero y el votante que le impulsaron a gobernar, se sintieron engañados, manipulados, usados.
Aquello no fue un error, sino la mutación definitiva. Como afirmó el filósofo Alain de Benoist: «La derecha liberal ha asumido el programa cultural de la izquierda: individualismo, mundialismo, relativismo moral. Lo único que conserva es la defensa del capital». Es decir, el PP abrazó la ideología de la globalización progresista, compitiendo por lo mismo con los socialistas: quién era más feminista, más abortista, más homosexualista…
El Partido Popular ya no es una alternativa al PSOE, sino su relevo funcional
El PP hizo suya la Agenda 2030, la ideología de género, el ecologismo punitivo, la tibieza ante el separatismo y la sumisión a Bruselas. Su discurso se ha vuelto indistinguible del PSOE, salvo por matices técnicos. En lo esencial, el Partido Popular ya no representa ninguna alternativa real, es la otra cara del mismo proyecto.
Gustavo Bueno, analizó al sistema partitocrático español de forma contundente: «El Partido Popular es un partido socialdemócrata de derechas, funcional al sistema; no pretende enfrentarse al PSOE, sino turnarse con él sin alterar la estructura del Estado ni el rumbo cultural impuesto por la izquierda». ¡Tal cual!
Hoy, bajo el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, el PP representa una derecha sin atributos. No solo no combate la ingeniería social, es que incluso la impulsa presupuestariamente allá donde gobierna. No defiende la soberanía ni la identidad, y huye del conflicto ideológico con la izquierda. Su objetivo es conservar el poder institucional, aunque ello suponga renunciar a todo principio fundacional del que no queda ni el humo de la democracia cristiana que los vio nacer. Se ha convertido en el mejor garante de que el sistema permanezca intacto.
¿Y qué sucedió con los millones de votantes engañados, huérfanos de representación? Que buscaron alternativas que planten cara al consenso anestesiante y lo han encontrado en Vox, cuya mera existencia pone en evidencia la traición del PP a su electorado natural. Votantes engañados por Mariano Rajoy, que nunca volverán a votar a partido azul.
Mariano Rajoy fue un conservador: conservó todas las leyes de Zapatero
No sé si consuela saber que el caso español no es único. Como explica Alain de Benoist: «La derecha que no quiere ser de derechas acaba siendo la izquierda vergonzante. Y la izquierda, cuando no encuentra resistencia, se convierte en dictadura blanda». Y ahí tienen a Pedro Sánchez, solo como botón de muestra.
El Partido Popular ya no es una alternativa al PSOE, sino su relevo funcional. Administra el mismo aparato, acepta los mismos dogmas, acata las mismas normas globalistas y renuncia a cualquier confrontación cultural. Todos saben que en España se enfrentan, pero que en Bruselas firman a dos manos leyes y normas que asfixian a los ciudadanos y a las empresas en España. Es otra vez Dalmacio Negro quien pone el dedo en la llaga: «La derecha ha renunciado a pensar. Y cuando la derecha no piensa, la izquierda gobierna, incluso cuando pierde».
El votante debe despertar. No se trata de elegir entre PSOE o PP, sino de comprender que ambos forman parte de la misma máquina, diseñada para impedir cualquier cambio estructural. España necesita una derecha que piense, que luche y que construya. Mientras eso no ocurra, el PP seguirá siendo un administrador segundón y leal del sistema… Al servicio de sus enemigos.
Manuel Fraga, una biografía intelectual (Sekotia) Jesús Trillo-Figueroa. Este libro analiza la figura de Manuel Fraga desde el franquismo hasta la democracia, revelando la coherencia de su pensamiento político y su papel clave en la fundación del Partido Popular. A través de un enfoque histórico-crítico, se repasa su legado como intelectual y político, su influencia en el centroderecha español y su relevancia en la transición democrática, ofreciendo una visión completa de su impacto y controversias.
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Los años perdidos de Mariano Rajoy (La Esfera de los libros) Federico J. Losantos. Este libro ofrece un análisis profundo y mordaz de la trayectoria política de Mariano Rajoy, desde su designación por Aznar hasta que dejo de ser presidente de España. Abarca su papel durante el 11-M, su oposición a Zapatero y su gestión en el poder, abordando temas clave como separatismo, terrorismo, justicia y crisis. Con estilo incisivo, Losantos examina los errores y desafíos de Rajoy y sus consecuencias para España.