26 de junio, San José María Escrivá, fundador del Opus Dei, que murió en Roma este mismo día de verano, en 1975.

Digamos que con la llegada del Papa León XIV a la silla de Pedro, el Opus Dei ha respirado.

Entiéndase: el Motu Proprio de Francisco, aún pende omo una espada de Damocles sobre la Prelatura pero el nuevo Pontífice busca la unidad eclesial y no dar pábulo al ataque de los jesuitas contra la Obra, con el cardenal jesuita Gianfranco Ghirlanda al frente del asedio.

De hecho, el prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz, fue recibido por el nuevo Papa de inmediato, en cuanto accedió al Papado y salió contento de la entrevista. 

Inmediatamente después, la obra entregó los nuevos estatutos, adaptados al Documento de Francisco y que ya antes habían sido rechazados por el Vaticano.

Tampoco se ha solventado el conflicto de Torreciudad, a pesar del nombramiento de Alejandro Arellano como comisario pontificio que ya ha escuchado a la Obra y al obispo de Barbastro, Ángel Pérez Pueyo, y tendrá que tomar una decisión.

A Torreciudad era como una maniobra con fuego real de los enemigos de la Obra para cargarse a la Prelatura pero perpetrado de forma cutre porque las pretensiones del obispo de Barbastro no se tienen de pie.

En suma que una fuente solventede la Obra, habla, desde Roma, de un "mejor ambiente". ¿Eso es mucho? No, pero ya es algo después de lo vivido durante el anterior pontificado.

El Opus Dei ha sido durante todo el siglo XX una columna de la Iglesia, puntera en formación y con la infancia espiritual y la llamada universal a la Santidad, que proclamó el Concilio Vaticano II, como divisas. A lo mejor es el momento de que se le permitía regresar a su camino.

Siempre, dentro de ese objetivo primero que se ha marcado León XIV, que es la unidad de la Iglesia. Difícil objetivo ciertamente.