Decíamos ayer que el agente de policía que durante el asalto al capitolio mató de un balazo a la activista pro-Trump Ashli Babbitt se dedicaba a ir de un plató de TV a otro para presumir de su hazaña. Ashli estaba cometiendo una ilegalidad, invadir el Capitolio, pero iba desarmada y Byrd le pegó un tiro. No disparó a las piernas, por ejemplo, disparó a matar y mató. Incumplió la primera norma de los agentes, consistente en no disparar a un desarmado en zonas vitales. Pues lo mismo da: es un héroe, un valiente, porque defendía a Biden y mató a una pérfida militante pro-Trump. Ni tan siquiera se le ha abierto un expediente.

Es sólo la punta del iceberg cuya base pudo verse en un reportaje de Cristina Olea, corresponsal de RTVE en Estados Unidos, que con todo respeto, se ha convertido en la reina de la manipulación. Con motivo del aniversario del 11-S, la colega entrevista a Brad Garrett, agente retirado del FBI. Un perfecto majadero que aporta ‘pruebas’ preparadas para cuadrar el mensaje de doña Cristina, mensaje que podríamos resumir así: ahora, 20 años después del 11-S, el peligro para el planeta Tierra no es, como en 2001, el yihadismo, sino, ojo al dato, el supremacismo blanco, es decir, la extrema derecha.

¿En serio? Y esto se dice cuando los talibanes están masacrando a los afganos tras la huida de Occidente, con el rabo entre las piernas, cuando se celebra el vigésimo aniversario del mayor atentado terrorista de la historia, perpetrado por Bin Laden desde Afganistán.

En algo tienen razón los manipuladores: el peligro no es ni el yihadismo, ni la ultraderecha: el peligro es el tonti-progresismo occidental. El enemigo está dentro

El majadero de Brat -y doña Cristina- se exhibe en el telediario como lo que es: un occidental cobardón que en lugar de defender sus libertades, llegado el caso con la vida, arremete contra el que tiene la lado, contra lo que ellos llaman ultras o supremacistas (¿En España hay supremacistas blancos, o sea racistas con los negros?), es decir, arremeten contra los únicos que están dispuesto a defender el Occidente cristiano y libre, asediado por distintos puntos.

¿Por qué arremete RTVE contra ellos? Porque Occidente se ha vuelto cobarde, y sabe que esos ultras a los que insulta no le van a pegar. Los yihadistas sí y los pobres a los que pertenece le marginarían a doña Cristina si se atreviera a plantarles cara en nombre, no ya de la razón, si no de la justicia, sino del sentido común.

Y el supremacismo negro se dispara: el agente Michael Bird se pavonea de haber ejecutado a la blanca Ashli Babbitt. Por fachas

Por otra parte, doña Cristina habla de una guerra empantanada. Eso se lo cuenta usted a los afganos, que a lo mejor estaban deseando que siguiera el empantanamiento. En el entretanto, eran libres.

Y ojo, la guerra de Afganistán se ganó. La ha perdido Joe Biden al retirarse de forma apresurada y vergonzosa. Y sí, no hemos sabido enseñar a los afganos a defenderse por sí solos, pero la injerencia en Afganistán en 2001 no fue mala: fue bonísima. También para los afganos, 20 años de libertad.

En algo tienen razón los manipuladores: en 2021, el peligro no es ni el yihadismo, ni la ultraderecha. El peligro es el tonti-progresismo occidental. Es decir, que el enemigo está dentro.