No hay que negar la tragedia actual, hay que reírse de la tragedia, según la agenda cristiana: de derrota en derrota hasta la victoria final
Decía uno de sus biógrafos, Joseph Pierce, que la mente más poderosa de todo el siglo XX, quizás de toda la era moderna, un tal Gilbert Keith Chesterton (GKC), era un juglar de Dios: "no le importaba hacer el tonto aunque le juzgaran estúpido"... justo lo contrario de los tontos obcecados en que no les tomen por estúpidos. Cada cual ponga sus propios ejemplos.
GKC es el autor de la siguiente sentencia: "el secreto de la vida está en la risa y la humildad". Para mí que tiene toda la razón y nos lleva a otra máxima, la de San Josemaría, el fundador del Opus Dei: "¿Virtud triste? Rara virtud".
El Papa Francisco tradujo este secreto de la existencia en tres expresiones, que podrían llenar toda la existencia de cualquier hombre o mujer: por favor, perdón y gracias.
El mundo va mal pero el poder de Cristo no ha disminuido... así que el asunto de este tiempo es la infancia espiritual
Por todo ello, y en tiempos como los actuales, conviene reparar en el viejo refrán español: a mal tiempo buena cara.
¿Que los tiempos actuales son terribles y vivimos en la gran apostasía, es decir, en la gran desesperación, con plena consciencia de que la falta de fe acabará -siempre acaba en lo mismo- en violencia indiscriminada? Por supuesto que sí, no tengo la menor intención de negar la evidencia. Ahora bien, precisamente por eso, emerge la necesidad de la risa y la humildad. En parte, porque "la primera forma de pensamiento es el agradecimiento" -otra sentencia de Chesterton- y segundo porque la expansión de la miseria y del miedo sólo se puede afrontar desde la infancia espiritual, una confianza filial en que lo que nosotros no podemos, Dios sí lo puede.
No en vano, la mística del siglo XX, Faustina Kowalska, acuñó este lema para su vida: "Jesús, en Vos confío", un motor para la vida del hombre moderno.
No hay que negar la tragedia actual, hay que reírse de la tragedia, según la agenda cristiana: de derrota en derrota hasta la victoria final
Vamos, que el mundo no va bien, pero el poder de Dios no ha disminuido. Su amor por el ser humano, tampoco. Así que a mal tiempo buena cara: no hay que negar la tragedia, hay que reírse de la tragedia, según la agenda cristiana: de derrota en derrota hasta la victoria final.
Mala señal cuando el cristiano es aceptado en el mundo. Lo suyo es que la Iglesia fracase en el siglo y triunfe en la eternidad. De otro modo, algo falla.