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La libertad de expresión es la última exigencia de la masa acrítica como si de ello dependiera su verdadera libertad. Una vez más vemos a los dirigentes políticos -la mayoría de ellos son auténticos indigentes morales-, de intelectualidad corrompida y maliciosa, cómo dirigen a su grey a favor de sus propios intereses personales, aunque con esto lleven a la sociedad al caos y al enroscamiento de la sin razón.
“Libertad de expresión” no es lo mismo que libertad si somos consecuentes con que la libertad conlleva responsabilidad y por lo tanto consecuencias. La libertad, que como amor o derecho, ha sido igualmente manoseada por intereses ruines, y que ha perdido el sentido natural de su esencia. El ser humano es libre por naturaleza, es precisamente lo que le hace ser humano a diferencia de otras criaturas vivas con las que compartimos planeta. Pero la libertad total no existe, es al fin un principio más moral que material. Somos libres de elegir sobre nuestro pensamiento o sobre nuestro amor. Pero la sociedad pone límites a nuestro comportamiento, si el bien común sale dañado.
Leamos a una de las líderes europeas, Angela Merkel, nada sospechosa de ideas conservadoras, cuando en un discurso por el ya lejano 2019, se dirigió precisamente contra la extrema derecha de su país, Alemania, y donde decía con fuerza: Hay libertad de expresión en nuestro país. A todos aquellos que dicen que no pueden expresar sus opiniones, les digo: si das tu opinión, debes asumir el hecho de que puedan llevarte la contraria. Expresar una opinión tiene sus costes. Pero la libertad de expresión tiene sus límites. Esos límites comienzan cuando se propaga el odio. Empiezan cuando la dignidad de otra persona es violada. Esta cámara debe oponerse al discurso extremista. De lo contrario, nuestra sociedad no volverá a ser la sociedad libre que es. Imponente, directo y claro. Y este discurso, a diferencia de Alemania, se le ve mucho más aplicable a la extrema izquierda española. Esto es lo que teníamos que oír en nuestro Congreso por parte de los dirigentes políticos: llamada al orden, exigir la ley sin contemplaciones para raperos pijiprogres y sus secuaces.
Mientras, la fiesta la pagan otra vez los pequeños empresarios, los autónomos con sus negocios a pie de calle y los ciudadanos atemorizados sin salir de casa. ¿Quién protege sus intereses? ¿Quién sale a la palestra, quién da la cara y habla por ellos?
España, cuya actualidad pasa por la máxima mediocridad política de su democracia -los de hoy han hecho buenos a los de ayer, y no digamos nada a los de anteayer-, por la falta de principios humanos que fundamentan la política, una moral que oriente hacia el bien común y una dirección segura para alcanzar objetivos. A cambio, un tal Pablo Echenique crea alerta social y pide la revolución, como ya hizo su jefe de filas Pablo Iglesias con su famosa Alerta antifascista; Pedro Sánchez, un presidente atrapado en el narcisismo del poder, que discursa sobre la no violencia con el tono de la abuelita Paz; la oposición calla y se pone de perfil; y los independentistas disfrutan… Mientras, la fiesta la pagan otra vez los pequeños empresarios, los autónomos con sus negocios a pie de calle y los ciudadanos atemorizados sin salir de casa. ¿Quién protege sus intereses? ¿Quién sale a la palestra, quién da la cara y habla por ellos?
La supuesta libertad de expresión qué pretenden exigir los disconformes con la situación social, no es por el bien común sino por ideología, no es por justicia sino por venganza, y la prueba es que la respuesta que se da en la calle a esta demanda no puede ser nada más que la del odio, qué es precisamente lo que las malas ideologías y la venganza generan en las personas. ¿De verdad es creíble que sea espontánea esta exaltación de libertad de expresión en los núcleos principales de nuestras ciudades, a las mismas horas, mismos eslóganes, iguales métodos de acción callejera?
La libertad de expresión debe proteger a las instituciones, a lo que representa dentro y fuera de España a los españoles. La libertad de expresión debe estar dirigida a la formación de un país en la razón, la cultura, su historia… La libertad de expresión no es contraria a disentir en las ideas, pero sí con la violencia que todo lo justifica por la fuerza. La libertad de expresión debe ser un canal limpio donde las ideas discurren con ligereza sin que las ideologías lo pringuen todo. La libertad de expresión es contraria a los debates políticos barriobajeros que los congresistas votados por todos y para todos, ofrecen a menudo insultos, jergas impropias, frases de hiel y odio… Porque cuando la libertad se usa para insultar, desacreditar o atacar a la dignidad ajena… Deja de ser libertad, sólo es una expresión lo más parecido a un ladrido, un rebuzno, una coz.
Puesto que todo está en vías de destrucción (Nuevo inicio) de Fabrice Hadjadj. Hesíodo ya sentía nostalgia de una antigua edad de oro y denunciaba la suya como una época de hierro. Por tanto, es probable que la humanidad esté en crisis desde su origen. Sin embargo, el estado crítico de nuestra época posee características especiales, extremas, y se parece mucho a una fase terminal: puede que no vivamos ya en una época, sino más bien en una prórroga.
Cómo tomamos las decisiones (Libros Libres) de José Alberto Palma. ¿Se está abriendo una vía a la manipulación del hombre por parte de organismos o instituciones con capacidad de activar esas áreas en su beneficio? ¿O más bien el conocimiento de cómo optamos entre los diversos caminos que nos ofrece la vida nos permitirá ser cada vez más conscientes y más libres?
Las Élites y el arte de la impostura (EAS) de Marcos López Herrador. Dice el autor de la obra que “el mundo occidental está cambiando, la sociedad, tal y como la conocemos va a desaparecer”; y, en este libro, se nos explica por qué, resumiendo la cuestión en diez mitos, diez falsedades creídas acríticamente. Quizá, este fondo de armario de nuestra historia más contemporánea, como un enorme fantasma que cada día nos atemoriza más, encontremos el error que vivimos en la España del siglo XXI.