El mes de septiembre es un mes de inicio de curso donde las empresas empiezan a proponerse nuevos objetivos y los regímenes para quitarnos los excesos del verano. En fin, un mes muy a propósito, cómo no, para hablar precisamente de los colegios y de la ley de educación que pretenden implantar desde el gobierno que preside Pedro Sánchez.

La ley de Isabel Celaá, una pija madurita metida a progre, es una ley que pretende ideologizar a las próximas generaciones. No es una ley que apueste por el bien común, ni tampoco por la mejora intelectual de los alumnos. No es una ley que unifique esfuerzos con padres, profesores y alumnos, entre otras cosas porque los padres quedan completamente al margen a la hora de decidir sobre sus hijos y los profesores han sido apartados a la hora de consultar sobre qué era lo mejor para aplicar en los colegios y mejorar la calidad educativa de nuestros hijos. Ya lo dijo Isabel Cela: «No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres»

Recuerdo los años 70 y 80, cuando España despertaba a un mundo democrático, plural, diverso y vulgar, que se criticaba a la Iglesia por su obsesión por el sexo, donde todo lo veían contaminado por el Sexto Mandamiento: no permitía a los novios hacer el amor, no permitía a los casados disfrutar sin las consecuencias de la paternidad y no permitía a los célibes hacerlo en su soledad. ¿Qué podemos decir hoy de la obsesión por el sexo que tienen nuestros gobernantes? Una obsesión enferma qué trata de enfermar a los demás con un enorme aguachinamiento de lo que es el sexo y cuáles son sus consecuencias. Con esta ley se corrompe a la persona, y comenzar con los más pequeños es lo mejor para que nadie se escape de la podredumbre. Y empezar recomendando cómo deben masturbarse y seleccionar buen porno, es un buen comienzo. Se está pervirtiendo la dignidad de la persona, desvirtuando al ser, la integridad qué hace que los niños y las niñas crezcan en la virtud de ser lo que son y no rodeados de confusión con padres acallados y confundidos. Leyes que por la artificiosidad del proyecto no pueden nada más que estar apalancando con leyes que obligan o prohíben totalmente adoctrinadoras.

¿Qué podemos decir hoy de la obsesión por el sexo que tienen nuestros gobernantes?  Con esta ley se corrompe a la persona, y comenzar con los más pequeños es lo mejor para que nadie se escape de la podredumbre. Y comenzar recomendando cómo deben masturbarse y seleccionar buen porno, es un buen comienzo

No es de extrañar que parte de la sociedad se rebele y un partido como Vox propugne el llamado pin parental, que no es otra cosa que una herramienta que rebosa sentido común y autoridad responsable por parte de los padres, donde se solicita por escrito a los directores de colegios (públicos, concertados o privados) que les informen por medio de una autorización expresa, sobre charlas, talleres o actividades relacionadas con lo que han querido llamar identidad de género, feminismo o diversidad LGTBI. Es una forma de blindar que nada ni nadie sin su consentimiento pueda hacerlo si no desea que su hijo asista a tales contenidos que la exministra Celaá se apresuró a decir que eran «de obligado cumplimiento para cursar la enseñanza».

La ministra de Igualdad,  Irene Montero, salió en defensa de la ley arremetiendo, como no puede ser de otra forma, contra los que no se alinean en su concepto de igualdad: «los hijos de padres y madres machistas tienen el mismo derecho que el resto a ser educados en la libertad, en feminismo y en igualdad». Si no fuera tan grave sería para reír tres meses.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, salió en defensa de la ley arremetiendo, como no puede ser de otra forma, contra los que no se alinean en su concepto de igualdad: «los hijos de padres y madres machistas tienen el mismo derecho que el resto a ser educados en la libertad, en feminismo y en igualdad». Si no fuera tan grave sería para reír tres meses

Si eso es lo que hacen con los pequeños, corromper la dignidad de su persona, con los mayores lo que tratan es de corromper la voluntad de la razón. El ministro Manuel Castells ha hecho con la nueva Ley de Universidades un proyecto en el que el alumnado deja de percibir los estudios universitarios como un verdadero proyecto personal en el que crece su capacidad intelectual, su valía como persona y su interés por el mundo externo a él. Cero exigencias en cuanto a la superación personal y social, de tal manera que se termina confundiendo lo bueno con lo malo, lo válido con lo inútil y el esfuerzo del alumno excelente con el vago porque todo vale lo mismo: nada. De esta forma envilece la voluntad de la persona, porque cuando luchamos por algo que queremos nos hacemos fuertes ante las circunstancias, creemos más en nosotros mismos y somos más útiles para la sociedad. Eso precisamente es lo que este Gobierno a la deriva está propugnando para la sociedad: personas que desde niños han quedado denigrados y de mayores con la voluntad a expensas de los sentimientos, que es la manera de eliminar la libertad del ser humano.

No me cansaré de repetir que todas estas leyes que realizan estos ministros no son cosa suya. No son políticos sino meros ejecutores de determinadas órdenes que no sólo se dan en España. Es una tendencia en Occidente y en Iberoamérica en general. Son consignas de un globalismo de poder supremacista. Es posible que mucha gente lo vea y no considere que esto es así, o peor, que consideren que este argumento es pura conspiranoia pero solo vengo a mostrar los hechos, ver lo que se hace y mirar un poco más allá, a los objetivos que se consiguen cuando se hace lo que se está haciendo.

La abolición del hombre (Encuentro) de C. S. Lewis. Se trata de un libro de lectura obligada para todo aquel que quiera descubrir la auténtica faz del progresismo -el triste paradigma de la posmodernidad-, especialmente cuando se aplica, como hoy en día se está haciendo masivamente en España, al plano de la educación. Cuanto mejor es el libro, mayor es la duración del paradigma que proporciona. Este rostro no es otro que el de un nihilismo castrador de toda objetividad, cuya finalidad es paralizar cualquier capacidad de juicio y crítica, y por lo tanto de resistencia.

La ideología invisible (Libros Libres) de Jesús Trillo-Figueroa. Aunque este libro tiene ya sus años (2006) a medida que pasan los años le da más y más la razón: se ha abierto un inmenso campo libre para que la izquierda se apodere de las conciencias de los ciudadanos y, sin nadie que le haga frente, lo ha conseguido. Desgraciamente a esto se ha llegado no por la praxis arrolladora de la izquierda, sino por la falta de oposición del ala derecha moderada… ¡Ya saben ustedes!

La vivencia de la sexualidad (Sekotia) de Ana Mercedes Rodríguez. La autora, sexóloga y contertulia, escribió este libro para tratar de aclarar que el sexo es mucho más que tener relaciones sexuales. El sexo es aquello que nos identifica como persona, a nosotros y a en relación a los demás. Que nuestra identidad sexual nos hace percibir el mundo, los sentimientos e incluso el uso de la inteligencia de manera diferente. Por eso la lucha de sexos provocada desde los géneros es una perversión que nada tiene que ver con los derechos humanos y menos con la libertad, sólo es un pozo negro donde perderse el ser humano.