No lo digo yo, lo dice Chesterton: el hombre más miserable es inmortal y el movimiento más poderoso es temporal, por no decir fugaz. Esto es, lo que importa es el hombre, desde la concepción hasta la muerte natural. 

Y con los llamados avances de la ciencia, el derecho a la vida no es un derecho más, se ha convertido en la base de todos los derechos. Es más, como recordaba San Juan Pablo II, el derecho a la vida es fundamento de cualquier otro derecho, incluidos los de la libertad. 

Por si alguien no lo ha cogido aún, estoy hablando del aborto y del Papa León XIV, quien ya se ha manifestado sobre distintos asuntos polémicos pero aún le falta una referencia explícita sobre el derecho a la vida del más inocente y más indefenso de todos los seres humanos: el concebido y aún no nacido.

Además, se repite la historia de los años sesenta del pasado siglo con Pablo VI y la Humanae Vitae: a pesar de las enormes presiones que sufrió el Papa Montini, lanzó la encíclica Humanae Vitaedonde condenaba de forma clara la anticoncepción química

Pues bien, León XIV, que ya se ha explicado de forma inequívoca sobre la familia natural que es un hombre, una mujer y los hijos de ambos, deberá ahora dejar claras cosas que algunos católicos no quieren escuchar: que todos los anticonceptivos presentes hoy en el mercado son potencialmente abortivos o que la FIV no es vida, es muerte.