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Mientras el globalismo cabalga hacia un nuevo orden mundial, agitando a la sociedad del mundo entero con objetivos que en nada benefician al bien común, hay problemas como el crecimiento de una sociedad huérfana, solitaria, triste y abandonada. No solo hablo de hombres, mujeres y niños que perecen en los hospitales modernos del mundo occidental sin que nadie les acompañe, ni a bien ni a mal morir. Cuerpos yertos entubados en salas luminosas y asépticas lejos del calor humano.
Los hospitales, residencias de la tercera edad y casas vacías de alegría, porque en ella albergan a viejos solitarios que nadie se acuerda de ellos, no tienen con quien hablar ni discutir; ni con quien consolarse llorando o riendo. Me ha impactado, como a todos los que se han acercado a ver el documental La teoría sueca del amor, cómo el individualismo del primer mundo nos lleva a un suicidio colectivo y social sin llegar a la muerte. La teoría sueca del amor, habla de precisamente de esto y por eso recomiendo verlo. Porque es muy esclarecedor que, lo que se implantara en los años 40 del siglo XX como el adalid de la libertad y la independencia, ha creado la infelicidad y la soledad. Fueron los primeros pasos de la socialdemocracia implantada en Suecia como sociedad avanzada, el primer Estado en acoger aquel atisbo de lo que hoy llamamos progresismo. Rompieron el concepto de familia donde el individuo se integraba en la sociedad con un referente de quién era. Esa ruptura ha desembocado en el individualismo sin identidad, sin raíces, con el ha desencadenado ochenta años después. Y viendo las consecuencias o los resultados de la infelicidad del mundo, la idea final de libertad sin moral tiene como consecuencia el libertinaje relativo, el hastío individualista, y la soledad nihilista que nos lleva directamente a la nada.
Me ha impactado, como a todos los que se han acercado a ver el documental 'La teoría sueca del amor', cómo el individualismo del primer mundo nos lleva a un suicidio colectivo y social sin llegar a la muerte
Vaciar al ser humano de Dios y a la sociedad de moral, condena a todos a vivir solo de la esperanza humana y de la satisfacción de las pasiones, y es que eso siempre se queda corto, porque el hombre y la mujer, desde que nacen, aspiran a volver a su Creador, único destino de felicidad completa, sin sobresaltos en el camino ni sombreados en el horizonte. Corremos el peligro de tomar la vida de este mundo como objetivo absoluto y no como el camino que debemos recorrer hasta el final que nos merecemos en la Eternidad.
El papel de los cristianos, como siempre, vuelve a ser capital para que este mundo vuelva a recomenzar. Para empezar, porque es el único que tiene asegurado el perdón de los pecados para volver a empezar de cero; y para terminar, porque el sentirse perdonado genera misericordia en su entorno y es capaz de dar con alegría lo que recibe gratuitamente. Afortunadamente, el hombre siempre necesitará amar y ser amado, por eso la Iglesia no puede desfallecer en la tarea que tiene por delante en esta era que nos ha tocado a vivir. No será poco si logramos convertir a nuestras familias en escuelas de capacitación para dar al mundo lo que espera y que no sabe buscar, o encontrar, en sí mismo. Parece que lo digo como si fuese el último recurso... Y puede ser. Pienso que esto solo dará la vuelta desde la familia -quizá por eso tanto empeño en destruirla-, desde nuestros hogares, que son auténticas trincheras de supervivencia para salvar al hombre.
No será poco si logramos convertir a nuestras familias en escuelas de capacitación para dar al mundo lo que espera y que no sabe buscar, o encontrar, en sí mismo
Fue san Juan Pablo II quien dejó dicho, y seguramente avisando, hacía dónde se encaminaba la humanidad: "El futuro depende, en gran parte de la familia, que lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz". Los cristianos debemos romper las cadenas de la soledad, devolver al mundo la luz de la vida, la alegría de la esperanza. Pero para esto no nos queda otra que arriesgar nuestro prestigio, la fortuna o los chistes burdos que hagan de nosotros la comunidad de vecinos. Pero no importa, Dios no se deja ganar nunca en generosidad.
El hombre ante sí mismo (Grafite) Julio de la Vega-Hazas. El autor hace una reflexión a la luz de la encíclica Veritatis Esplendor sin que se considere un tratado sobre exhaustivo, más bien un repaso de la moral fundamental en referencia a su contenido. Aborda cuestiones tan importantes como la relación entre la libertad y la ley, la cuestión de la opción fundamental, el acto moral y su influencia, la conciencia, la ley natural y su relación con la ley de la gracia...
¿Qué es una familia? (Nuevo Inicio) Fabrice Hadjadj. El autor, un judío converso, fílósofo y profesor en la Universidad de Paris, hace una referencia de esta célula social que la convierte en algo fundamental para el desarrollo de la sociedad. Argumenta sobre el mal enfoque que pretende la sociedad posmoderna y lo que algunos poderes del Estado pretende hacer de ella. Sin duda terminan afrontando su futuro y el futuro de la sociedad donde sin lugar a dudas la descarta, a la sociedad como tal, sin el peso específico de la familia en ella.
Conferencias sobre la crisis (Sekotia) Varios. Jaime Mayor Oreja, José Ignacio Munilla, María San Gil, Manuel Pizarro, Alberto Ruiz Gallardón y Joaquín Leguina, que son los conferenciantes que exponen en este libro sus alegatos, nos recuerdan que no se trata de una crisis meramente económica o política, sino que está en la raíz de nuestra civilización, en lo más íntimo de cada persona. Hablamos de una crisis profunda de valores, una crisis del alma, que afecta a todas las instituciones, a la familia, a la natalidad y a la misma idea de España.