Inteligencia Artificial: no es que la máquina no tenga sentimientos, es que no puede hacer juicios de valor
Un buen artículo en ‘La Actualidad Económica’ (encarte de El Mundo), firmado por Francisco Pascual y titulado "Trabajar en el fin de la utopía". Se refiere a las declaraciones de Sam Altman, el famoso CEO de OpenAI, el inventor, por decirlo así, de la Inteligencia Artificial (IA). Altman, ya totalmente enloquecido, anuncia "la prosperidad masiva para todos los seres humanos" (sic) y considera que "el futuro será tan brillante" como no lo podemos soñar, puesto que nadie puede adivinar hasta donde llegará la IA en su apabullante brillantez.
Sorprendente y asombrosa es esta mezcla de adoración y, al mismo tiempo, miedo hacia la inteligencia artificial por parte de muchos, empezando por su iniciador.
Yo insisto en que la IA es un bluf y al mismo tiempo un bluf muy poderoso y, por tanto, muy peligroso.
La máquina vence el partido cuando se trata de memoria, pierde por la mínima cuando hablamos de inteligencia y ni sale al campo en materia de voluntad
Entremos en detalles: mirémoslo de otra forma: no es que la máquina no tenga sentimientos, es que no puede hacer juicios de valor.
Lo que distingue al animal racional llamado hombre, es su capacidad para hacer juicios morales, es decir, para dictaminar lo que está bien y lo que está mal. Es lo que en filosofía se llama juicios de valor. Esto no es sólo la clave de su voluntad, también lo es de su inteligencia.
Y esto significa que la máquina vence el partido al hombre cuando hablamos de memoria, lo pierde por la mínima cuando hablamos de inteligencia y ni sale al campo en materia de voluntad.
¿La IA es poderosa y peligrosa? Por supuesto que sí, pero no por sí misma sino porque la maneja un hombre.
Ahora bien, ¿la IA es poderosa y peligrosa? Por supuesto que sí, pero no por sí misma sino porque la maneja un hombre.
Por decirlo de otra forma: la máquina no crea. Por tanto, no piensa, sólo repite... aunque repite muy rápido.
Vamos que lo suyo no es para tanto.