Termina la edición del Foro Mundial de Davos, ese aquelarre elitista del Nuevo Orden Mundial (NOM) que cada año convoca en las montañas suizas a algunos de nuestros peores ciudadanos, a los que alguien definió de la siguiente forma.

Los ricos de Davos no pueden comprender el hambre en el mundo porque no entienden por qué, cuando los pobres tienen hambre, no tocan la campanilla para que venga el servicio y les sirva de comer.

El problema de Davos no consiste en que convoque a los ricos sino en que convoca a los filántropos: ¡Dios nos libre de los filántropos! Por cada litro de sangre que nos sacan nos ofrecen un gramo de pan.

En cualquier caso, cuentan los cronistas que el Davos 2024 ha sido el Davos de la IA. Oficialmente sí. Y claro, resulta que la inteligencia artificial es una tontuna... extraordinariamente relevante. Una tontuna porque es un ente de ficción, no existe: si es inteligencia no es artificial y si es artificial es que no resulta inteligente. La IA no es más que la inteligencia natural del hombre insuflada en una máquina, un artilugio idiota pero que, una vez codificada por la inteligencia natural es capaz de ejecutar procesos mucho más deprisa que el hombre y sin cometer errores.

La liberticida censura global, en nombre de la lucha contra el bulo, puede hacernos perder la razón y rendir el corazón

Las máquinas han pensado siempre gracias a la inteligencia humana que las creó y la programa. Ahora le llaman artificial e incluso, jugando a ser como dioses, le califican con la memez de 'inteligencia generativa'. Claro que sí, asimismo generada por un ser humano: sucede cuando el hombre le ha introducido a la máquina, en lugar de una, dos o más ecuaciones, con lo que la capacidad de esa máquina, insisto, totalmente idiota, se ha multiplicado.

Por tanto, la IA es una tontuna, eso sí extraordinariamente importante por extraordinariamente peligrosa. Es una prueba más del mundo moderno, en el que el hombre del mundo moderno que tanto nos obnubila ha puesto en marcha fuerzas, materiales e intelectuales, que ahora no logra controlar.

Una de esas fuerzas, la del maquinismo destructor de puestos de trabajo a gran velocidad es la única que preocupa a los líderes mundiales recluidos en Davos, que no destacan por su sabiduría sino por el temor a perder sus cargos y privilegios.

Pero más peligroso que la inteligencia artificial me parece la censura universal, consagrada en el aquelarre del elitismo progresista mundial Davos 2024 y disfrazada de lucha contra la desinformación. Por ejemplo, la censura que proclama Ursula Von der Leyen en su hipócrita batalla contra el bulo, que no es otro cosa que la censura global, ya convertida en delitos por mor de la normativa sobre delitos de odio: el que discrepa odia y el odiador debe ser metido entre rejas.

Llegará un momento en que no podamos decir absolutamente nada, tan sólo repetir la consignas políticamente correctas.

La inteligencia artificial puede hacernos perder puestos de trabajo, por eso es peligroso pero la liberticida censura global en nombre de la lucha contra el bulo puede hacernos perder la razón y rendir el corazón: esto es mucho más grave.