La Virgen María fue concebida sin pecado original. Lo sabemos porque el Ángel Gabriel, así se lo anuncia: le denomina 'llena de gracia', lo que extrañó mucho a una hebrea que se conocía bien los significados de las expresiones de las Escrituras. Y recuerden que el pueblo elegido cayó por lo mismo que ha caído la civilización actual, porque nuestro pecado, como el de los judíos, consistía en que habían perdido el sentido del pecado. 

A partir de ahí llegó el desastre y luego la diáspora de 2.000 años porque los judíos habían perdido el sentido del pecado o desarrollo histórico del pecado original. Y ahora, a una jovencita de una aldea de Galilea se le llamaba llena de gracia. 

En cualquier caso, como los humanos somos un poco lentos, resulta que hemos tardado veinte siglos en darnos cuenta de ello porque el dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado en 1854, 19 siglos después. Y eso que, por aquel entonces, no estaba en el Vaticano el cardenal Víctor 'Tucho' Fernández, que si no, le hubiese negado el título. Algún pecadillo tendría la Inmaculada... Tucho, eres un fenómeno

La Inmaculada Concepción es la patrona de España. La verdad es que cuando Pío IX, un 8 de diciembre de 1854, proclama el dogma no hace otra cosa que recoger algo que los católicos españoles llevaban defendiendo con ahínco desde hacía 300 años. Era una muestra de cariño a la madre de la Tierra de María y supongo que Roma cedió ante la violencia hispana. A lo mejor podríamos hacer algo similar con el quinto dogma, el de María Corredentora

Sólo una cosilla en esta fiesta tan española: aprendí de San Josemaría Escrivá, el fundador del Opus Dei, a desconfiar de toda obra, por muy pía que pareciera, que orillara a la Madre de Dios. A costa de permanecer en esa idea he caído en la cuenta (sólo me ha costado cincuenta años, no se vayan a creer) de que María es la antítesis de pelagianismo y jansenismo, entre Justicia y misericordia, los dos polos por donde zigzaguea la historia de la Iglesia. Los unos piensan que el hombre es bueno y apenas necesita de la gracia de Dios para salvarse... cuando el trato con la Virgen nos lleva de cabeza al arrepentimiento, la especialidad de la Señora. 

Pero María es mujer y madre. No hace muchas concesiones cuando se trata de cumplir con nuestros deberes de amor, es dura. Pero el trato con María, además de mujer, es madre, por tanto nada tiene que ver con el riguroso estúpido que no son sino fruto de la soberbia del hombre que le lleva a abandonar la misericordia divina, es decir, cuando deja de confiar en Cristo.

En resumen, a lo largo de la historia, la Inmaculada ha combatido los dos polos entre los que se ha movido el Cuerpo Místico y la civilización cristiana, ambos heréticos: Pelagio (el pecado original no existe), el hombre no necesita de Dios. Y el contrario, el rigorista Jansenio, otro repugnante puritano de la predestinación.