Decíamos ayer que no conviene censurar a la Virgen. En el Cielo, más allá de las Tierras de Gondor, no está bien visto silenciar a la Emperatriz. 

Ahora ha surgido un movimiento, que alguien ha llamado Madrid con Garabandal, encarnado en un acto celebrado semanas atrás en la capital de España. Recuerden: don Manuel Sánchez Monge, obispo de Santander, pidió al San Pablo-CEU que el acto no se celebrara en esta universidad católica de los Propagandistas, así que los organizadores tuvieron que trasladarse a un polideportivo de la capital de España. Y resultó un éxito de convocatoria. Jorge Fernández, en La Razón, ha puesto en contexto el asunto Garabandal a día de hoy, en 2022. Le robo su artículo

En resumen, un divorcio más entre fieles y jerarquía. Los fieles sí creen en la certeza y en la sobrenaturalidad de las apariciones marianas en San Sebastián de Garabandal (Santander) entre 1961 y 1965, pero la jerarquía, en particular los obispos de Santander, se han empecinado en censurar a la Virgen. Ni Pablo VI consiguió que cambiaran de opinión

Pues bien, pese a todo esto, 70 años después, la petición sigue en pie: las apariciones de Garabandal deben ser, no sólo reconocidas por la Iglesia, sino que allí debería edificarse un santuario a la Madre de Dios.  

Resumiendo: la herida de Garabandal se cerraría con la construcción de un santuario a la Madre de Dios. Sí hablo de un santuario como los de Lourdes, Fátima, o el que se ha semiconstruido en Medjugorje.

Sí ya sé que hablamos de almas, no de piedras, pero un santuario es cosa de almas, no de piedras, porque hablamos de conversión... y porque con ello los obispos españoles enmendarían su error, su inmenso error... 70 años después. 

Por cierto, la corriente eclesial que negó Garabandal en sus orígenes es la del fallecido monseñor Elías Yanes, corriente que, a través del cardenal Omella lidera hoy la Conferencia Episcopal Española (CEE). De verdad que lamento decir esto pero insisto en que Garabandal no es pasado de la Iglesia, es presente y bien presente y que las cosas no pasan porque sí.