Ya he contado en estas pantallas, el incidente del acto sobre Garabandal y el San Pablo-CEU, propiedad de los propagandistas. Por cierto, que resultó un éxito.

La verdad es que comprendo la chapuza periodística de la agencia Aciprensa, por lo general un medio de comunicación católico serio. Lo de las “supuestas apariciones” de Aciprensa recuerda al “presunto fallecido” que se atribuye al diario El País, fervoroso amante de la presunción como medio eficacísimo para decidir quién es inocente y quién es culpable antes del juicio y sin necesidad de demostrar ni su inocencia ni su culpabilidad.

Y lo entiendo porque los ordinarios del lugar -esta es la clave- que la Iglesia considera como juicio definitivo, ojo, no en la doctrina, -por algo será- sino en las apariciones extraordinarias. 

Ahora resulta que el obispo de Santander, Manuel Sánchez -nada que ver con Pedro Sánchez, no difundan bulos- asegura que Roma ha dicho que no hay signos de sobrenaturalidad en Garabandal y que tal es su misma opinión. Que no, monseñor, que no cuela: lo que dijo en su momento la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe no fue otra cosa que recoger el juicio del obispado de Santander, que, habrá que repetirlo, es quien manda en materia de sobrenaturalidad. Roma no juzgó: acogió el juicio proveniente de Cantabria, según es preceptivo en derecho canónico.  

En esto se parecen Garabandal y Medjugorje. En la antigua Yugoslavia, los obispos de Mostar se pusieron tan pesados como los de Santander… mientras Juan Pablo II y Benedicto XVI apostaban por la veracidad de las apariciones pero sin imponer nada. Al final, tanto se cansó Roma de Mostar que el Vaticano decidió crear una Comisión presidida por el cardenal Camillo Ruini, quien entregó las conclusiones de su investigación donde, se lo puedo asegurar, la Comisión se decidió por la veracidad de las apariciones de Medjugorje. El Papa Francisco hizo caso de la conclusiones de la Comisión a su manera: no las hizo públicas pero envió una especie de obispo especial a la aldea de las apariciones, convertida hoy en capital mundial de la confesión. 

Los obispos, como los ministros, son responsables de sus actos... y de los actos de sus colaboradores

Es cierto que la fe de un cristiano coherente no sufriría si ‘lo de Garabandal’ fuera un invento. Garabandal no forma parte del Credo. Pero si alguien conoce los hechos, no como Aciprensa, sino en serio, y se dedica, no sólo a orillar, sino a negar Garabandal, entonces me reservo el juicio sobre su rectitud de intención. Porque hasta para el hombre falible, hay un juicio definitivo: aquel que se vive con lo que los cristianos llamamos gracia y el mundo llama razón, lo que siempre se ha conocido como discernimiento. Y ahí, Garabandal no falla.

Con todo respeto, monseñor Sánchez: resumir el juicio de la Iglesia en una palabra de una cita, que tan sólo recoge la opinión de los ordinarios del lugar, sin que Roma entrara en el contenido y, al mismo tiempo ignorar todos los cambios que propició Garabandal en Pablo VI y la alta curia vaticina del momento -¡que sí creía en las apariciones de Garabandal!- oiga me resulta un tanto sospechoso, monseñor. Si Pablo VI hubiera creído que todo era una farsa, no hubiera dicho lo que dijo ("es la historia más hermosa de la humanidad desde el nacimiento de Cristo"), no habría recibido a Conchita, la mayor de las niñas y principal testigo de las apariciones, la más perseguida por los obispos de Santander, no habría pedido que se pregonara por todo el mundo el mensaje de Garabandal, no habría permitido que cualquier cura o laico visitara el terreno de los hechos, etc, etc, etc.

Los obispos, como los ministros, son responsables de sus actos y de los actos de sus colaboradores. En las cuestiones relevantes, no vale decir, como se vio obligado a decir San Juan XXIII con un pie en su lecho de muerte, que “con el padre Pío me engañaron”. Sí Pío de la Pietrelcina, hoy santo y entonces perseguido… quien sí creía en las apariciones de Garabandal. 

En el caso del obispo de Santander, Manuel Sánchez, sorprende su pavoroso resumen de la actitud de Roma en el “no hay signos de sobrenatural”.  Esa no es la postura de Roma sobre Garabandal

Vamos a dejar claras un par de cosas y luego cada cual que piense lo que quiera. Insisto, Garabandal no es dogma de fe: te salvas o te condenas, creas o no en Garabandal. 

Hay dos diferencias entre Garabandal y Medjugorje (o Fátima, o Lourdes): el grado de empecinamiento de la jerarquía y la lealtad de los receptores. Sí, las niñas de Garabandal fallaron más que los adolescentes de Medjugorje. En Yugoslavia falló la jerarquía, en Garabandal, también. 

En cualquier caso, creo haberme informado un poquito sobre Garabandal y el resto se lo dejo al discernimiento que cada cual quiera atribuirme, pero me siento plenamente capacitado para emitir el siguiente juicio:Las apariciones de Santa María en San Sebastián de Garabandal, provincia de Cantabria, 1961-1965, son ciertas, reales y formidables. Es más, el empecinamiento de los ordinarios del lugar’, esto es, de los obispo de Santander, desde aquella fecha hasta hoy, que han oscilado entre la negación y la cobardía huidiza, ha resultado un mal, predicho en Garabandal, por cierto, para la Iglesia española. 

En el entretanto, se ha escrito mucho sobre las apariciones de Santander. Yo aconsejaría, además de los clásicos sobre Garabandal, leer la obra de Santiago Lanús, autor de Madre de Dios y Madre Nuestra, donde lo dice todo con un respeto a la jerarquía del que yo he carecido en este artículo, o la película Garabandal, donde podrán reírse a gusto con dos catedráticos de Historia como Alberto Bárcena y Javier Paredes dando vida a clérigos ligeramente cabroncetes que presionaban a las niñas videntes de Garabandal.

En cualquier caso, créanme: es peligroso censurar a la Virgen, especialmente… en los tiempos de la blasfemia contra el Espíritu Santo

Créanme: no es prudente censurar a la Virgen… que de eso estamos hablando.