Sí, ya sé que esta crónica recordará a muchos aquello de que Franco no era culpable de nada, lo eran sus ministros, especialmente el de Marina, un sujeto poco recomendable. Con todo, insisto: el Papa Francisco necesita nuestra ayuda o sucumbirá. Y nuestra ayuda no son nuestros consejos sino nuestra oración, que, les recuerdo, es omnipotente. 

Insisto, no se trata de que Francisco nos caiga simpático o antipático. Un Papa no tiene que caernos bien para que recordemos que es el vicario de Cristo en la Tierra. Y tampoco es un alumno al que dar lecciones sino un maestro del que escuchar consejos.

Cuando he empleado la expresión de que Francisco vive secuestrado en el Vaticano enseguida se me ha respondido que él es quien manda en el Vaticano. Pues lo dudo. Pero sin entrar en conspiraciones, me atengo a San Juan XXIII. Fue el Papa que condenó al padre Pío, hoy santo, y, sin embargo, al final de su vida, exclamó: "con el Padre Pío me engañaron". Un Papa decide según la información que le trasmiten sus colaboradores. En mucha ocasiones, mucho me temo que esa documentación no aparenta lo que son. 

¿Quién le engañó? La Curia, naturalmente, que le dijeron lo que a Cristo: "Este echa al demonio por el poder del príncipe de los demonios". Y no, el Padre Pío era de Dios, no del demonio. 

Hay que ayudar a Francisco o Francisco sucumbirá. No es mi papa favorito, pero es el papa, y quienes buscan tumbarlo se equivocan, por fuero y por huevo. Si Francisco debe caer, será el Espíritu Santo, no nosotros, quien decide el cuándo y el cómo. 

Ni sedevacantismo ni puñetas. Que no nos pierda la soberbia. Cuanto peor lo haga Francisco, o cuanto más nos parezca que peor lo hace, más rezar por él. Ese sí que no será tiempo perdido… y la oración es omnipotente.