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La semana pasada hablé del futuro, cómo lo percibimos y de qué manera lo deseamos. El futuro deseado estará siempre ligado a nuestros intereses personales y a la felicidad. Sin embargo, sabemos que el relativismo que empodera el pensamiento global social nos lleva al subjetivismo. Quizá, la idea de felicidad, orientada a la libertad personal está en peligro sin una medida moral que indique la norma de comportamiento. Esta heteronomía que nos gobierna rompe con la seguridad de vivir en el presente y desear un futuro mejor, es decir, la necesaria estabilidad emocional de la que precisamente el relativismo nos aleja constantemente y nos lleva a profundizar más en el individualismo.
No nos engañemos, la felicidad como tal, es decir, entendida como un estado de las emociones, hoy en día es más limitada y se conforma con menos. En un sentido humano, está cada vez más encorsetada, porque la felicidad posmoderna se contempla en parámetros estrictamente materiales y rechaza al espíritu por su falta de pragmatismo. La salud y el físico, la protección del bienestar, la autoestima y la materialidad del poder son los baluartes con los que el vulgo mide su estado de felicidad, es donde se reconoce como objetivos fiables e imprescindibles. Eso lo saben las grandes multinacionales que impulsan el consumo sin parar. Y también explica por qué los poderes políticos no son echados a la hoguera por sus promesas constantemente incumplidas, y siguen vendiendo sueños de humo, porque la masa acrítica necesita oír cantos de sirena que le hagan mirar hacia adelante aunque no vean nada.
La salud y el físico, la protección del bienestar, la autoestima y la materialidad del poder son los baluartes con los que el vulgo mide su estado de felicidad, es donde se reconoce como objetivos fiables e imprescindibles
No hace mucho, Irene Montero, una líder política amante del desafío feminista y miope en el análisis de los resultados, dijo que si la política estuviese dirigida solo por mujeres la política sería un éxito asegurado porque habría paz, al desaparecer la imposición machista que por naturaleza es siempre violenta. ¡Pues qué bien! Ahora que en la Comunidad de Madrid todas las cabezas de partido son mujeres: Isabel Díaz Ayuso, Rocío Monasterio, Mónica García e Isaura Leal Fernández, están dando verdaderos recitales de amor y paz, ¡vamos, felicidad por osmosis! La señora Montero no sabe que independientemente del relator y su ceñudo empeño en vender sus deseos al menor postor, la realidad es dura como una roca y provoca terribles pedradas, y así le van las cosas con la ley trans y sus acólitas feministas.
La sociedad nihilizada y globalizada, cuya felicidad se basa en la materialidad de lo pragmático se ha convertido en su propio autoconsumo. El ser humano se ha convertido en producto para el ser humano. Ya no responde a su fin de ser él mismo, sino que no es más que un medio al que seguir engrosando la producción como objetivo del mantenimiento social. La rueda del hámster. Recientemente he leído lastimosas noticias sobre empresas que, con un enorme potencial laboral para humanizar el trabajo de sus trabajadores, desgraciadamente no son el mejor ejemplo en los que fijarse. Por un lado, Mercadona ha sido denunciada por cómo presiona a sus propios trabajadores, con amenazas veladas sobre la permanencia de su puesto de trabajo si no acepta determinados ritmos frenéticos de horarios y jornadas. Por otro lado, a nivel global, el monstruo de las marketplace Amazon, es incapaz de apostar por trabajadores que puedan estabilizar su vida porque siempre tira de agencias de trabajo temporal, mientras el señor Bezos se apunta al primer viaje a la luna. Jeff Bezos y los multimillonarios viajarán al espacio con cantidades pornográficas de dinero mientras se sigue regateando a ciertos países medicamentos, ayuda económica o alimentos tan básicos como el agua o el arroz por unos miles de dólares o euros.
Pronto o muy pronto, habrá que reconocerles derechos humanos a los animales aunque no sean dignos de ellos porque no gozan de voluntad por la que responsabilizarse de sus actos
Mientras, los impulsores del NOM se siguen rasgando las vestiduras ante la demografía mundial -especialmente la demografía pobre mundial a la que quieren erradicar con el aborto e imposiciones maltusianas-, a través de la deformada conciencia, que da sentido a que las mascotas sustituyan a los niños en los hogares porque no hay estabilidad para fundar familias, ni dinero para tener hijos. La socialdemocracia pronto dará el salto al animalismo que exige que la seguridad social cubra los gastos del veterinario... ¿Por qué? Porque mientras los mascoteadores pagan con sus IRPF el médico y el colegio de los hijos ajenos, a ellos no les costean sus hijos no paridos, sus amadas mascotas, adoradas criaturitas. Para esta nueva estupidez que llegará pronto o muy pronto, habrá que reconocerles derechos humanos a los animales aunque no sean dignos de ellos porque no gozan de voluntad por la que responsabilizarse de sus actos.
Hay personas que buscan felicidad donde no la hay, porque la siguen buscando fuera de ellos mismos, en todo aquello que se pueda comprar mientras no comprometa su vida personal… Ya lo dijo Julio Iglesias, solo es caro lo que no se puede comprar, y si usted no es Julio Iglesias, siempre habrá un crédito amigo que le endeude por años y años. La libertad contemporánea, proveedora de la felicidad, no admite la conciencia ni sus consecuencias. Por eso la libertad ha incoado la máxima felicidad en el desarrollo personal sexual. Las leyes homosexualistas son un gran avance en el concepto cultural del luteranismo contemporáneo. Es el cambio definitivo de la razón por el sentimiento. Solo vale lo que se siente sin medir las consecuencias, o peor, haciendo responsable a la sociedad de las consecuencias -es decir, a usted y a mí que somos quien paga las facturas del Estado-. La imposición ideológica del homosexualismo, con todas sus raíces y todas sus ramificaciones, definen al posmodernismo. Y no es una filosofía popular, es la mano que mece la cuna -el NOM- tan interesado en que esto sea una realidad.
Vergüenza y pérdida del apego (Campomanes) de Dr. Joseph Nicolosi. Este ensayo que no es más que el cuaderno de bitácora del autor de cientos de entrevistas y tratamientos concienzudos sobre personas que sufren o han sufrido la atracción de su mismo sexo, es un trabajo revelador y muy, repito, muy, necesario para que los que quieran conocer la realidad del sufrimiento que pretenden ocultar de lo que ideológicamente se vende como libertad del futuro.
Animalismo (Sekotia) de César Alcalá. La propuesta del autor es llamar la atención sobre el movimiento animalista que está generando a nivel global, reconociendo en los animales una supuesta fraternidad que nos equipara a todos como iguales solo por el hecho de existir. Hace hincapié en conceptos como animalismo, especismo, veganismo y ecologismo, una enorme bola de nieve sin sentido que se convierte en otra palanca que ningunea la realidad. Más ceguera, más felicidad.
Deseo y amor (Encuentro) de Alejandro Llano. La tesis del profesor Llano es que la plenitud de la libertad llega a través del deseo, y que el deseo que es un bien necesario para alcanzar los anhelos de nuestra vida, debe estar conducido por el amor. Pero la aventura del deseo y del amor está amenazada por múltiples equívocos y bordea con frecuencia el fracaso… ¡Hay que leerlo!