Los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco
Si hiciéramos una encuesta al conjunto de la humanidad, con una sola pregunta, '¿cómo va el mundo?', supongo que ni el 5% de los encuestados afirmarían que el mundo va bien. No conviene engañarse: el mundo, es decir, el hombre, no va bien. Otra cosa es que sepamos por qué va mal, porque seguimos sin saber lo que nos pasa.
Revelación de Cristo a la madrileña Margarita de Llano en el libro La Inmaculada en el Reino Nuevo: "Desde la Iglesia, se dará la orden de retirar el sacramento de las iglesias. Primero la adoración perpetua, luego toda adoración, luego la Reserva en el Sagrario y, finalmente, la Consagración en las misas".
Cuando empiece a retirarse la Eucaristía de las iglesias... por la propia Iglesia, habrá llegado el comienzo del fin
Eso sí, "los lugares donde logre estar el Santísimo, serán salvados de perecer".
Pero ojo, será preservada del desastre "cualquier familia. Basta con rezar y vivir en clave de la voluntad de Dios".
No es el momento de entristecerse, es el momento de convertirse. Pero tampoco es el momento de negar la realidad. Podemos pasar de la Eucaristía, pero sin ella no podemos subsistir.
Luego está la cuestión, la más grave: sería la propia la Iglesia la que vaya eliminando el sacrificio eucarístico.
Sí, hay muchos católicos y no pocos jerarcas que han dejado de creer que en el pan y el vino esté el mismísimo Dios, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
El futuro no se juega ni en Ucrania ni Pekín, ni en Washington: el mundo depende de la Eucaristía, su pérdida es la única que no tiene remedio: es muerte y la muerte sólo termina con la resurrección
Y cuando la Iglesia atente -ya ha comenzado atentar- contra su principal aliento, la Eucaristía, es que el fin habrá llegado. Sí, la muerte, eso que sólo termina con la resurrección.
Primero suprimir la adoración, luego la reserva eucarística, finalmente el santo sacrificio, la Santa Misa.
Porque el futuro no se juega ni en Ucrania ni Pekín, ni en Washington: el mundo depende de la Eucaristía, su pérdida es la única que no tiene remedio: es muerte y la muerte, insisto, sólo termina con la resurrección.
En cualquier caso, no vendría mal renovar la confianza en la Eucaristía. Desde las no tan pequeñas costumbres en las que tanto hemos insistido en Hispanidad -comulgar de rodillas y en la boca, lo que enseña la fe que lo que está haciendo es de crucial importancia-, fomentar la adoración perpetua y, si fuera el caso, defender la eucaristía de la profanación con la propia vida. Creo sinceramente que ha llegado ese momento.
Para saber si un cura cree que el mismísimo Dios está verdaderamente presente en el pan no fermentado, basta con contemplar cómo trata al Santísimo
Y por supuesto, que los obispos exijan a sus sacerdotes el mejor trato para el Santísimo. Para saber si un cura cree que el mismísimo Dios está verdaderamente presente en el pan no fermentado, basta con contemplar cómo trata al Santísimo.
Escribo, antes que nada, para los españoles. Por alguna razón, la nación más eucarística de Europa, España, encabeza hoy el poco glorioso ranking de haberse convertido en reina de la profanación, también de la profanación eucarística.
Sï, es el momento de poner en juego hasta nuestra propia vida en defensa de la Eucaristía.