Parece que The Walt Disney Company se está pasando con su revisionismo progre y el dominio de lo políticamente correcto. El último ejemplo se puede ver en que el hada azul será afrodescendiente en la película Pinocchio, la nueva versión en acción real (o sea en carne y hueso, no en dibujos animados) de la marioneta de madera que se convierte en niño.

Tanto en la versión animada de 1940 como en la novela Las aventuras de Pinocho del escritor italiano Carlo Callodi en la que se basa (y que data de 1883), el hada azul se representa con ascendencia caucásica (rubia y muy blanca de piel), pero ahora se ha elegido que fuera afrodescendiete (interpretada por la actriz británica Cynthia Erivo) y en las redes sociales ha despertado bastantes reacciones, como ha recogido la empresa de medios estadounidense Buzzfeed. Pero no es la única muestra del revisionismo progre y el dominio de lo políticamente correcto: en la Isla de los Juegos ya no sólo hay niños tontos, sino también niñas. ¿Será que habrá mediado nuestra ministra de Igualdad, Irene Montero?

hadas afrodescendientes en Disney y otros sitios

Esto es otra muestra más de la falta de ideas que hay en el gigante de ocio y el entretenimiento. Recuerden que la Pinocchio se basa en la novela de Collodi y que la primera versión que realizó la factoría de Mickey Mouse se estrenó el 7 de febrero de 1940: era de dibujos animados y era el segundo largometraje de su historia tras Blancanieves y los siete enanitos. Además, no será su primera versión en carne y hueso, sino la segunda, porque en el año 2000 se estrenó Geppetto, y se estrenará íntegramente en la plataforma de streaming Disney+ el próximo 8 de septiembre, no como Lightyear que llegará a los cines el próximo 17 de junio con beso lésbico incluido (lo que generó la protesta de decenas de miles de padres). Y precisamente por este beso lésbico, esta película ha sido prohibida en Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Malasia. Y también le salen críticos de renombre, como Elon Musk

Elon Musk sobre Disney

Paralelamente, no se puede olvidar que ha convertido en un gran discípulo del Nuevo Orden Mundial (NOM), como refleja su fuerte apuesta por la ideología de género (feminismo y homosexualismo) y por el ateísmo (mucho panteísmo y nada de Dios). La primera se ve en su insistencia en una agenda LGTB en contenidos y ahora más que nunca porque las riendas las dirigen Susan E. Arnold como la primera presidenta, quien es lesbiana; y Bob Chapek, como CEO, quien fue el promotor de los desfiles del Orgullo LGTBI en los parques temáticos. Y como estamos en el mes del Orgullo, Disney ya ha anunciado que donará lo obtenido con las ventas de la colección Pride a jóvenes y familias del colectivo y también hará un desfile del Orgullo en su parque de París, así como un anuncio con dos drags promocionando a GLSEN, una asociación cuya “misión es garantizar que cada miembro de cada comunidad escolar sea valorado y respetado independientemente de su orientación sexual, identidad de género o expresión de género” y que tiene entre sus socios no sólo a Disney: también a Lego, Mattel, NBA, Nickelodeon, Universal Music Group, DHL o T-Mobile, entre otras compañías.

 

También crece el boicot por la insistencia en la agenda LGTB, a pesar de su desastroso segundo trimestre en resultados: se llama a no consumir productos de la factoría de Mickey Mouse… para no colaborar con la perversión de la infancia. Y las protestas: la plataforma Hazte Oír ha señalado que ellos y millones de familias están “hartos de que Disney corrompa la inocencia de nuestros hijos mediante ideología de género y adoctrinamiento LGTB”, se han quejado con carteles en el parque de Florida y han entregado muestras de apoyo al gobernador de dicho estado, el republicano Ron DeSantis, que impulsó la ley que prohíbe el adoctrinamiento de género de los niños en los colegios y ha planteado que se podría revocar el autogobierno del distrito especial del parque Disney World, es decir, sus privilegios fiscales. Además, el senador republicano Josh Hawley, representante por Misuri, ha presentado un proyecto de Ley de Restauración de la Cláusula del Copyright, pidiendo que se limiten los derechos de autor a 28 años desde su concesión y sólo se prorroguen otros 28 años, es decir, hasta un máximo de 56 años.