La cita es de Clive Lewis, que recuerda cómo descubrió a Chesterton (Chesteron nació en 1874, Lewis en 1898) convaleciente en un hospital de campaña, en Francia, cuando participó en la Primera Guerra Mundial, ese conflicto del que la II Guerra Mundial sólo fue una mera consecuencia. La cita es larga pero merece la pena. Dice Lewis:

“Para entonces, yo ya tenía suficiente experiencia como lector para distinguir cuándo algo me gustaba de cuándo estaba de acuerdo con ello. No necesitaba aceptar lo que decía Chesterton para disfrutar con ello. Su humor es del tipo que más me agrada, no son chistes embutidos en la página como las pasas en un pastel, aún menos -que es algo que no puedo soportar- un tono general ligero y jocoso, sino ese humor que no se puede separar en modo alguno del argumento, que es más -como decía Aristóteles- el mismo florecimiento de la dialéctica. La espada brilla, no porque el espadachín haga lo posible para que brille, sino porque está luchando por su vida y eso hace que la mueva a gran velocidad”.

Ni tan siquiera espera, como aseguran algunos predicadores, a que la criatura se acerque a Él, es Él quien se acerca a quien le niega mediante sutiles estratagemas

Y continuaba el autor de Las Crónicas de Narnia y de Cartas del Diablo a su sobrino: “Un joven que quiere seguir siendo así (o sea, ateo) no puede ser demasiado exigente con su lectura. Hay trampas por todas partes, ‘las biblias están abiertas, encuentras millones de sorpresas’, como dice Harbert, ‘finas redes y estratagemas’. Dios, si se me permite decirlo así, no tiene demasiados escrúpulos”.

Hasta aquí Lewis sobre Chesterton y en efecto, lo único que ambos autores tenían en común era su jerarquía de valores vital: ambos sabían, en palabras de don Gilbert, que lo natural o es sobrenatural o acaba siendo antinatural. Y también sabían que su felicidad dependía de Dios y, claro, ambos estaban “cautivados por la alegría”.

Nunca pueda suceder lo que tantos alegan: Dios no me ha comunicado que existe. No tendría por qué decírtelo pero, aún así, te lo dice. Si no encuentras a Dios es porque no le buscas

Pero yo quiero centrarme en las ultimas palabras de Lewis: “Dios es un ser poco escrupuloso”. Ni tan siquiera espera, como aseguraban algunos antiguos y bien intencionados predicadores, a que la criatura se acerque a Él: es Él quien se acerca a quien le niega mediante sutiles estratagemas, trampas arteras, de tal forma que nunca pueda suceder lo que tantos alegan: Dios no me ha dicho que existe. La verdad es que no tendría porqué decírtelo pero, aún así, te lo dice, no deja de mostrarse. Si tú le rechazas, eres tú quien le rechaza. Es la criatura la que rechaza al Criador.