Conozco a muchos católicos que no se han vacunado. La primera, por lo que aparece escrito en la inyección que el hombre del chiste -obra del genial Ben Garrison- tiene clavados justo en la nalga: la utilización de cultivos celulares procedentes de abortos para la fabricación de la vacuna,

Viñeta vacunación

Pero además de eso, que es algo más que un repeluco moral y que, sin embargo, nadie se atreve ni a tratar, hay otras cuestiones que hacen que mucha gente, sobre todo cristianos, anden mosqueados con el liberticidio del Covid.

Porque la fe implica un acicate para vivir en libertad. Al cristiano le fastidia que nos tomen por bestias, como zombis que deben obedecer en un estado policial, que deben leer lo que les digan, pensar en políticamente correcto y cumplir un solo mandamiento: el único mal es la muerte y hay un virus que te puede matar. Pues el católico responde -o debería responder- de algo hay que morir y la muerte forma parte de la vida.

Los hay, en resumen, que amamos la libertad aunque conlleve riesgo y más aún aquellos que pensamos que hay otra vida más allá de la muerte. La viñeta me parece una genialidad.

Mientras tanto, ya nos han normalizado lo de la vacuna semanal. Y ya no hace falta que Carolina Darias meta miedo: ahora ya lo meten por ella los presidentes autonómicos. Objetivo: fastidiar al ciudadano.  

Ejemplo, Miguel Ángel Revilla, nuestro ilustre cántabro, que en julio animó a la delación pública. En efecto, alentó a los ciudadanos a denunciar a aquel que fuera sin mascarilla.

Revilla

La delación se disparó con el Covid, cada español vigilaba a su vecino. Y ahí estaba el Sr. Revilla para alentarlo. 

Y hablando de denuncias, una nota de color: la policía piensa contratar infiltrados para que acudan a fiestas ilegales, trasmisoras de virus, como infiltrados Una vez dentro se chivan a la policía y los guindillas acuden, raudos. Me pregunto cómo seleccionarán a los infiltrados.